EL POETA
a ALEJANDRO NICOTRA
El poeta desbarató mi jugada del día.
irrumpe en el tiempo desplegado en las calles
tan nuestras
ese paso tan suyo, solitario.
son la pipa y el prolijo perfume de su ropa
los que quiebran el aire y
ese nombrar desde el ombligo mismo del poema,
su legado.
un ceniciento mar, su cabellera
y su voz ahuecada y noctámbula
-como brotada del fondo de los versos-
me muestra,
aquella naranja amarga escurridiza
devorada por el
ojo del asfalto
y yo tras ella,
inalcanzable,
acaso
esa naranja es el poema.
ciudadano del
cosmos, que es,
porque lo nombra
urdido en noches de pasión y de desvelo
enamorado de su musa,
solo
en la densa premura del silencio
se sienta a venerarla por las tardes
desde el temor de la posible ausencia
y comparte su té,
su lecho,
la inasible belleza de su sonrisa
donde nace el camino
hacia su centro.
en la cotidiana tarea
de enaltecer la vida.
ingresa en las veredas cotidianas
y es, –él no lo sabe-
la proclamación viva del verso
y la digna postura de lo humano.
siento mi vida y
mis manos vacías,
el poeta ,
sigue hurtando luz
para encenderla en el poema
y apenas un ascua ha soltado su mano
cuando me dio su abrazo.
lo veo irse.
la mañana lo traga
sus pasos vacilantes,
doloridos
se alejan.
me sé ínfima,
invisible,
doy gracias a la conjuración del universo
que me acercó al poeta.
