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Sitio del Grupo Literario Tardes de la Biblioteca Sarmiento y su actividad cultural, desde el 1 de mayo de 2008 en la web. Manteniendo vivo el legado Oscar Guiñazú Álvarez, para que no se pierda su obra y continúe en el tiempo.Apuntamos a la continuidad como el mejor homenaje a Don Oscar y su obra para que sea algo indeleble a través de los años.Realizamos el encuentro de poetas mas antiguo del mundo, cada año, desde 1962 en forma ininterrumpida nos encontramos en poesía y amistad en Villa Dolores, Traslasierra, Córdoba, Argentina. Todos los jueves llevamos a cabo el tradicional Café Literario, un lugar de encuentro para escritores y lectores. Oscar Guiñazú Álvarez nos dejó en 1996. Y como la institución era él, a quienes quedamos nos costó mantener el fuego. Hoy el Grupo Literario Tardes de la Biblioteca Sarmiento trabaja intensamente por la cultura. Quienes hemos heredado aquella antorcha, tenemos el honor y el desafío de hacer que su fuego siga brillando.





El cuervo, Edgar Allan Poe

El cuervo, Edgar Allan Poe

Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
"Es -dije musitando- un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más."
¡Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.

Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
llenábame de fantásticos terrores
jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
"Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más."

Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
"Señor -dije- o señora, en verdad vuestro perdón imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía."
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.

Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: "¿Leonora?"
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: "¡Leonora!"
Apenas esto fue, y nada más.

Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
"Ciertamente -me dije-, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio."
¡Es el viento, y nada más!

De un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.

Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
"Aun con tu cresta cercenada y mocha -le dije-.
no serás un cobarde.
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!"
Y el Cuervo dijo: "Nunca más."

Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: "Nunca más."

Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
las palabras pronunció, como virtiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
"Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas."
Y entonces dijo el pájaro: "Nunca más."

Sobrecogido al romper el silencio
tan idóneas palabras,
"sin duda -pensé-, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de "Nunca, nunca más."

Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir graznando: "Nunca más,"

En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!

Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
"¡Miserable -dije-, tu Dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!"
Y el Cuervo dijo: "Nunca más."

"¡Profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!"
Y el cuervo dijo: "Nunca más."

"¡Profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles Leonora!"
Y el cuervo dijo: "Nunca más."

"¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! -le grité presuntuoso.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: Nunca más."

Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,

no podrá liberarse. ¡Nunca más!

Ahora que es de noche... Adrián Salagre

Ahora que es de noche
y la luna arrebata
lo oscuro de éste insomnio.
Le pido a mis adentros
ya no esperen
resucitar mariposas,
ni quieran volverme
príncipe azul.
Sólo me conformo...
poder hacer feliz
con una sonrisa
o una simple palabra
a una musa,
en la noctámbula
actitud
amorosa
de mis manos.


Adrián Salagre

Hastío de un casado al tercer día, Francisco de Quevedo

[HASTÍO DE UN CASADO AL TERCERO DÍA]

Antiyer nos casamos; hoy querría,
doña Pérez, saber ciertas verdades:
decidme, ¿cuánto número de edades
enfunda el Matrimonio en sólo un día?
Un antiyer soltero ser solía,
y hoy casado, un sin fin de Navidades
han puesto dos marchitas voluntades
y más de mil antaños en la mía.
Esto de ser marido un año arreo,
aun a los azacanes empalaga;
todo lo cotidiano es mucho, y feo.
Mujer que dura un mes se vuelve plaga;
aun con los diablos fue dichoso Orfeo,
pues perdió la mujer que tuvo en paga.

Francisco de Quevedo

Osvaldo Guevara - Videoteca de Córdoba

Osvaldo Guevara 

La Videoteca de poetas y escritores de Córdoba, primer archivo audiovisual de la literatura cordobesa, es un vehículo de difusión institucional y una útil herramienta de estudio y conocimiento de los autores provinciales destinado a maestros, profesores y estudiosos, ideada y realizada por el Área de Literatura de la Casa de la Cultura de Río Cuarto, Agencia Córdoba Cultura del Gobierno de la Provincia de Córdoba.

Realización: Luisina Fagiano / Santiago Moriconi


Coordinador: Antonio Tello

Susana Cabuchi - Videoteca de Córdoba

Susana Cabuchi

La Videoteca de poetas y escritores de Córdoba, primer archivo audiovisual de la literatura cordobesa, es un vehículo de difusión institucional y una útil herramienta de estudio y conocimiento de los autores provinciales destinado a maestros, profesores y estudiosos, ideada y realizada por el Área de Literatura de la Casa de la Cultura de Río Cuarto, Agencia Córdoba Cultura del Gobierno de la Provincia de Córdoba.

Realización: Luisina Fagiano / Santiago Moriconi


Coordinador: Antonio Tello

Alejandro Nicotra - Videoteca de Córdoba

Alejandro Nicotra
La Videoteca de poetas y escritores de Córdoba, primer archivo audiovisual de la literatura cordobesa, es un vehículo de difusión institucional y una útil herramienta de estudio y conocimiento de los autores provinciales destinado a maestros, profesores y estudiosos, ideada y realizada por el Área de Literatura de la Casa de la Cultura de Río Cuarto, Agencia Córdoba Cultura del Gobierno de la Provincia de Córdoba.

Realización: Luisina Fagiano / Santiago Moriconi


Coordinador: Antonio Tello

El puente, José Watanabe


EL PUENTE, José Watanabe (Perú, Laredo, 1945- Lima, 2007)

Las columnas herrumbradas por el aire delgado
de la altura
suben desde las pendientes de la quebrada y sostienen con
    gruesos remaches
los travesaños de hierro.
Hay miles de remaches en la estructura del puente
pero en el centro hay uno solo fijando el encuentro
de todas las fuerzas, uno solo, insospechado y firme,
    evitando que el mundo se venga abajo.
Aquí alguna vez un hombre se sentó a horcajadas, hercúleo,
             sobre el abismo
y selló el remache decisivo, acero al rojo y con esquirlas.
Imagina la acción tensa y peligrosa de su brazo
golpeando acompasado
como si nos transmitiera serenamente un mensaje:
          nadie asegura el mundo en su contra.
El remache
permite el paso del tren de los metales y del tren de los migrantes.
y el paso contrario de los que vamos a mirar sus paisajes y
     cortamontes.
Y mientras cruzas el puente y miras aterrado el vacío del
     desfiladero
siente el interminable poder de ese hombre,
pero imagínalo después caminando como cualquiera,
     sin alardes,
hacia los viejos campamentos desmontados
donde durmió sobre un pellejo su sincero cansancio.


Lamento haber llegado... Adrián Salagre



Lamento haber llegado
una noche a tu vida,
kilómetros después
que alguien
en el pasado
te hiciera llorar.
Yo no sé si podré
bajarte la luna.
Pero te aseguro,
si me dejas...
Te bajo toda la ropa...
herida.

Adrián Salagre

Puentes de alma calada, Juan Meneguín

Puentes de alma calada, Juan Meneguín (Argentina, Entre Ríos, Concordia, 1958)

Busco algunos puentes que ya no existen,
de piedra y de madera, puentes de fierro.
Grandes naves quietas en la espesura de los montes
mientras abajo corren las aguas frías.
Busco algunos caminos que los años perdieron en mapas amarillentos.
Caminos sepultados por las arenas y luego por los pastizales
a donde volverían cérvidos de altas cornamentas.
En sueños veo aquellos arenales
surcados por arroyos de aguas claras y verdes
y remolinos de peces en los remolinos.

: Verano 1971

Veo puentes de hierro ferrocarrilero sobre un monte en brumas.
Veo la noche en aquellos puentes atravesados por el claro de luna.
Veo un puente rojo que una tormenta de tarariras y sarandices
descalzó una noche y cayó finalmente
descabezando un camino que nadie usaba ya
porque era un camino sin cereales y sin camiones.
Los pilares hundidos en las arenas, los arbotantes
enterrados en una espesura de campanillas y enredaderas sin nombre.
Pero veo también un puente de madera, un puente hermosamente vacío
y colgado del cielo por obenques de repollitos de agua
y abajo y adentro un agua con sabor a cedrón y carqueja,
un agua de berros y culantrillos entre las piedras,
cuando de solera y capelina, una recién casada
sale del frío de lo verde y ríe con el algodón mojado transparente
que copia la levitación de sus pechos,
y entre las vigas de quebracho de un puente de madera
alguna vez tuve doce años, y con un mediomundo
me sumergí en la sombra de un remolino
habitado por sabalitos y chanchitas, dientudos y mojarras,
ardiendo por culpa del verano y el sol de las primeras eróticas.

: Invierno 1941

Puentes de alma calada, rendidos ante una tormenta subfluvial,
una noche en que desaparecía un ejército de zapadores
bajo las olas turbias de las grandes crecientes,
ahogados soldaditos por el peso de los fusiles, mochilas, campamentos,
mientras arriba cruzaba un último carguero,
ciego entre relámpagos, hipoacúsico en el espanto,
como un redoble de tambores en doble fila sobre los rieles,
la síncopa de sus pistones empujando un cronómetro lejano.

¿Dónde quedan esas imágenes? ¿Quién
registró la lenta historia de aquellos puentes entrerrianos?
¿En qué oficinas con fantasmas siguen muriendo
reglas de cálculo y medidas inglesas
para aquellas ingenierías sin sistema métrico decimal
en cuyas crónicas de planos cruzaban los convoyes de áridos?
Sobre ondas de trigales, bajo el viento y la llovizna
pasaban las últimas locomotoras
y entraban a los puentes perdidos en tajamares y lagunas,
porque hubieron puentes sin doseles ni barandas
para que los cormoranes de agua dulce,
y desde un lento mirador de fierros con remaches,
escrutaran mejor el fondo de las aguas verdes.

: Otoño 1983

Pero un puente blanco cruza sobre buques contenedores
y el río se detiene en camalotes.
Amanece y hay niebla allá abajo, y entre la niebla
viejas embarcaciones buscan una isla, y un amarradero.
El río es un viajero silencioso cuando se va en la niebla;
los sauces en la orilla son filigranas de niebla,
los sarandíses en la orilla son las ramas y las hojas de la niebla
y hay culebras en los grandes camalotes,
hay una garza de ojos colorados que mira
y el río apenas marcha con sus barcos extranjeros
mientras un lento carguero, allá arriba,
cruza como levitando por un monte de olores al rocío.
Y es una fina escarcha de verdes traslúcidos, la mañana.

: Primavera 2009

Tres motocicletas cruzan un puente blanco:
las máquinas quietas como en paradoja cuántica,
porque cuando hay un arroyo de aguas oscuras

siempre es un puente blanco lo que viaja, y cruza.

Osvaldo Guevara presentando el Libro de Tomás Barna. Exploraciones, Embriagueces, Extasis

El escritor Osvaldo Guevara presentó a Tomás Barna, cultor de diversos géneros literarios, traductor y viajero cosmopolita. La cita fué el viernes 23 de octubre de 2009  a las 21, en el Instituto de Cultura Inglesa Cambridge de la ciudad de Villa Dolores, y Guevara se refirió al libro de ensayos titulado “Exploración, embriaguez, éxtasis” de Tomás Barna.-
El acto estuvo organizado por el Grupo Literario Tardes de la Biblioteca Sarmiento.
Expositor de dicción impecable, cálido estilo y vigorosa expresividad, Barna se ha presentado en otras oportunidades en esta ciudad dictando conferencias y presentando obras de su auto ría.-
Este libro incluye ensayos sobre Kafka, Neruda, Rimbaud, Mallea y Lugones, ocupándose asimismo de otros autores de nuestro país, como Osvaldo Guevara.

Durante su residencia en París por 24 años cumplió una actividad cultural intensa, como difusor, periodista y estudioso de escritores y artistas del nuevo y el viejo mundo.

Son las tres, Eusebio Blasco

SON LAS TRES

Son las tres; va a venir; me ha prometido
pasar toda la tarde junto a mí;
todo la espera... el cuarto perfumado
cual árabe pensil,
entornado el balcón, la chimenea
rebosando de leña que, al crujir,
produce sones que al amor convidan;
abierto el piano; el vals en el atril,
las azucenas esparciendo aromas,
vertiendo esencia el temblador jazmín.

... ¡Qué lento pasa el tiempo! ¡Oh, lluvia grata!
Coro de besos me parece oír.
Bendita la carencia cariñosa
que nos arrulla así.
Me late el corazón. ¿Será que llega?...
La seda oigo crujir...
Y resuenan sus pasos temerosos...
se acerca... ¡ya está aquí!


Eusebio Blasco

Un puente un gran puente, José Lezama Lima

UN PUENTE, UN GRAN PUENTE, José Lezama Lima

En medio de las aguas congeladas o hirvientes,
un puente, un gran puente que no se le ve,
pero que anda sobre su propia obra manuscrita,
sobre su propia desconfianza de poderse apropiar
de las sombrillas de las mujeres embarazadas,
con el embarazo de una pregunta transportada a lomo de mula
que tiene que realizar la misión
de convertir o alargar los jardines en nichos
donde los niños prestan sus rizos a las olas,
pues las olas son tan artificíales como el bostezo de Dios,
como el juego de los dioses,
como la caracola que cubre la aldea
con una voz rodadora de dados,
de quinquenios, y de animales que pasan
por el puente con la última lámpara
de seguridad de Edison. La lámpara, felizmente,
revienta, y en el reverso de la cara del obrero,
me entretengo en colocar alfileres,
pues era uno de mis amigos más hermosos,
a quien yo en secreto envidiaba.

Un puente, un gran puente que no se le ve,
un puente que transportaba borrachos
que decían que se tenían que nutrir de cemento,
mientras el pobre cemento con alma de león,
ofrecía sus riquezas de miniaturista,
pues, sabed, los jueves, los puentes
se entretienen en pasar a los reyes destronados,
que no han podido olvidar su última partida de ajedrez,
jugada entre un lebrel de microcefalia reiterada
y una gran pared que se desmorona,
como el esqueleto de una vaca
visto a través de un tragaluz geométrico y mediterráneo.
Conducido por cifras astronómicas de hormigas
y por un camello de humo, tiene que pasar ahora el puente,
un gran tiburón de plata,
en verdad son tan sólo tres millones de hormigas
que en un gran esfuerzo que las ha herniado,
pasan el tiburón de plata, a medianoche,
por el puente, como si fuese otro rey destronado.

Un puente, un gran puente,
pero he ahí que no se le ve,
sus armaduras de color de miel, pueden ser las vísperas sicilianas
pintadas en un diminuto cartel,
pintadas también con gran estruendo del agua,
cuando todo termina en plata salada
que tenemos que recorrer a pesar de los ejércitos
hinchados y silenciosos que han sitiado la ciudad sin silencio,
porque saben que yo estoy allí,
y paseo y veo mi cabeza golpeada,
y los escuadrones inmutables exclaman:
es un tambor batiente,
perdimos la bandera favorita de mi novia,
esta noche quiero quedarme dormido agujereando las sábanas.
El gran puente el asunto de mi cabeza
y los redobles que se van acercando a mi morada,
después no sé lo que pasó, pero ahora es medianoche,
y estoy atravesando lo que mi corazón siente como un gran puente.
Pero las espaldas del gran puente no pueden oír lo que yo digo:
que yo nunca pude tener hambre,
porque desde que me quedé ciego
he puesto en el centro de mi alcoba
un gran tiburón de plata,
al que arranco minuciosamente fragmentos
que moldeo en forma de flauta
que la lluvia divierte, define y acorrala.
Pero mi nostalgia es infinita,
porque ese alimento dura una recia eternidad,
y es posible que sólo el hambre y el celo
puedan reemplazar el gran tiburón de plata,
que yo he colocado en el centro de mi alcoba.
Pero ni el hambre ni el celo ni ese animal
favorito de Lautréamont han de pasar solos y vanidosos
por el gran puente, pues los chivos de regia estirpe helénica
mostraron en la última exposición internacional
su colección de flautas, de las que todavía queda hoy un eco
en la nostálgica mañana velera, cuando el pecho de mar
abre una pequeña funda verde y repasa su muestrario
de pipas, donde se han quemado tantos murciélagos.
Las rosas carolingias crecidas al borde de una varilla irregular.
El cono de agua que las mulas enterradas en mi jardín
abren en la cuarta parte de la medianoche
que el puente quiere hacer su pertenencia exquisita.
Las manecillas de ídolos viejos, el ajenjo mezclado con el rapto
de las aves más altas, que reblandecen la parte del puente
que se apoya sobre el cemento aguado, casi medusario.

Pero ahora es necesario para salvar la cabeza
que los instrumentos metálicos puedan aturdirse espejando
el peligro de la saliva trocada en marisco barnizado
por el ácido de los besos indisculpables
que la mañana resbala a nuevo monedero.
¿Acaso el puente al girar sólo envuelve
al muérdago de mansedumbre olivacea,
o al torno de giba y violín arañado
que raspa el costado del puente goteando?
Y ni la gota matinal puede trocar
la carne rosada del memorioso molusco
en la aspillera dental del marisco barnizado.
Un gran puente, desatado puente
que acurruca las aguas hirvientes
y el sueño le embiste blanda la carne
y el extremo de lunas no esperadas suena hasta el fin las sirenas
que escurren su nueva inclinación costillera.
Un puente, un gran puente, no se le ve.
sus aguas hirvientes, congeladas,
rebotan contra la última pared defensiva
y raptan la testa y la única voz
vuelve a pasar el puente, como el rey ciego
que ignora que ha sido destronado

y muere cosido suavemente a la fidelidad nocturna.

José Lezama Lima (Cuba, La Habana, 1912-1976)

Manifiesto, Celia Inés López Miranda


Manifiesto
  

Estas alas que no se entienden con el viento
 Osvaldo Guevara

No será perdonada la osadía del vuelo
no será comprendida.
No será perdonada  la mujer que eleve
sus pies hasta el punto
donde el ocaso se vuelva amanecer
del otro lado del mundo.
No será.
Porque  es difícil entenderse 
con la gente con alas.
Ellas estorban cuando  a uno le ofrecen
sillas y   butacas
sólo están cómodas en los bancos de plaza
o al borde de la cornisa del más alto
edificio
o en la colina capital , atalaya del valle.
Para que una mujer no tenga alas
hay que cometer el desatino
de arrancárselas.
hay que matar la luz 
de su pupila
y asesinar  el canto
con que duerme a sus hijos  y
eliminar  el grito
con el que clama
para pedir justicia.
No será perdonada la mujer que tenga alas
no será.
Porque hay que animarse a ir con ella
en caída libre.
hay que entregar el aire,
los pulmones, las terrestres piernas
del temor y la duda .
Estas alas que tengo
me pesan,
me han quebrado la espalda
en la soledad profunda
donde suelo
quedarme detenida,
mis alas
son el único sustento
para seguir estando viva.

                                                                             Celia Inés López Miranda

La semilla, Lucía Vergara

La semilla

Desde la muerte,
con su cuerpo desnudo,
sus entrañas entrega,
en generoso abandono,
para retornar airosa, vital,
a su secuencia natural.
Viaja hacia la luz,
que la seduce,
y cual enigma,
como fresca doncella
se conduce.
Tímida, tierna,
con ropa nueva,
aparece triunfal.
¡Qué prodigioso despojo,
la de la simiente,
que genera la vida,
desde su vientre!

Lucia Nelly Vergara

Noche, Marta Rosa Brignolo

NOCHE

Pájaros sin nombre
destierran la agonía del beso,
viajan al continente
de la historia que no fué,
tejiendo con sus plumas
laberintos...
En la noche sin mañana
en la última noche.


Marta Rosa Brignolo

Adiós, Beatriz Tombeur

ADIOS

Va un adiós, por los húmedos andenes,
disfrazado de manos que se agitan
silenciando las voces que no gritan
y nubes que mis ojos no retienen.

Tiendo puentes de besos, que rehenes
los atrapan los vidrios que me imitan
como negros espejos ,que me quitan
tus palabras de amor que me contienen.

Fatal, llega la hora de partida,
que impiadosa, con sal, cava la herida.
Espero los milagros que no vienen

para arrojarte Amor entre mis brazos.
Y un sol frío muere en mi regazo.
Temblando tras de ti, se va mi vida…


Beatriz Tombeur (2009)

Eduardo Lalo Arguello leyendo Mulata de Jose Sosa Castillo (Ecuador)

Eduardo Lalo Arguello leyendo Mulata de Jose Sosa Castillo (Ecuador) Café Literario en Big Pancho, Villa Dolores, Traslasierra, Córdoba, Argentina Enero 2010


MULATA

Ay, mulata, si tu olvido
recobra el conocimiento,
dile que mi sentimiento
no pierde su buen sentido.

Quiero decir que, en mi ser,
estás como el primer día,
cuando te dijiste mía
y te entregué mi querer.

Mulata, sí, deben ser
los climas de tu cintura
que emborrachan mi locura
y urgen a mi padecer.

Ese mohín tan coqueto
que surgía ante mis requiebros,
te juro que lo celebro
y en su recuerdo me inquieto.

Luego, surge el frenesí
de retrotraer tu abrazo,
y, en tu singular regazo,
sembrar mi pasión por ti.

Mulata, juro que si
me recuerdas todavía,
he de recobrar el día
para que vengas a mí.

He de sacar melodías
del fondo de los turpiales,
y con cantos ancestrales
entramaré mi poesía.

A fin de que tu retorno
se amalgame con mi espera
dejaré entre tus caderas
mi tacto y por su contorno.

En fín, mulata, si tú
te decides a venir,
te entregaré el porvenir
mi amor y mi negritud.

Jose Sosa Castillo

Esmeraldas, Ecuador

Por no poder pecar en tu santuario de y por Adrián Salagre



Por no poder pecar en tu santuario de y por Adrián Salagre

Video del 47° ENCUENTRO INTERNACIONAL DE POETAS “OSCAR GUIÑAZÚ ALVAREZ” Villa Dolores – Capital de la Poesía República Argentina 10, 11 y 12 de Octubre de 2008

Testamento, Pablo Barattini Vidal (Chile)

TESTAMENTO

A mi lecho de enfermo
hacedme traer
una pluma , una hoja
un testigo de fe.
No son muchas las cosas
que os puedo dejar
pero, debo ser justo
y repartir por igual.
Si algo en la vida
pude juntar,
hoy lo desjunto
queriendo heredar
en tres partes iguales
de igual cantidad
a los tres amores
de mi soledad.
La primera me quiso
me amó sin medida
y me regaló hasta la vida
que hoy debo dejar.
La segunda...
la segunda me dio
un amor verdadero
alumbrando el sendero
de mi oscuridad.
La tercera...
la tercera es ternura,
fragilidad y cariño
y en su canto de niña
acunó mi soñar.
Es por ello que quiero
poderles dejar
tres partes iguales
de igual cantidad
a los tres amores
de mi soledad.



Pablo Barattini Vidal
(Chile)

Grupo Literario Tardes de la Biblioteca Sarmiento. Más de medio siglo en poesía

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