MUJER EQUINOCCIAL
Desde la honda raíz de mis
latidos,
hasta tu desbordante geografía,
te traigo la palabra,
-lo cierto es decir que la
ternura-
sobre el idioma musical del río,
navegando hacia ti.
Compañera en la ruta, compañera,
firme expresión de la fecunda
tierra,
muestra, ardorosa, fértil.
Traigo en la voz el mar
y por la sangre
me transita inquietante
una etérea embriaguez.
Y es que al fondo de ti se
advierte el vino
de la vida fluyendo
por la cascada fresca de tu
anhelo.
Mujer de mi país, estremecido
cuerpo de caña y miel y
pomarrosa,
la soledad no tiene
nada que hacer contigo, ni el
silencio,
si estás poblada de ángeles de
aroma,
si en ti se corporiza la
armonía,
y en los lagos de amor
-quiero decir, tus ojos-
se retrata el candor y la
alegría
saltando por las gradas de la
risa.
Vital eres y hermosa y
bienamada,
símbolo y realidad,
figura y pensamiento,
acción, idea.
Déjame que te diga
con este corazón innumerable,
que cuando a ti me allego
me cercan los frutales
y azules pentagramas me sumergen
en la región del trino.
Registro la guitarra y apareces
rodeada de dulcísimos
requiebros,
cual ser inmaterial,
como canción frutal
entre los pliegues íntimos del
aire.
Es por eso, mujer,
preciso confesarlo en tu
presencia,
cuando alzan vuelo el canto y
los acordes,
no sabría definir donde termina
el incendio voraz de tu silueta,
ni desde donde empieza
el sonido celeste de tu voz.
Jose Sosa Castillo (Ecuador)
De Rituales y canciones (2006)
