Ámame con el rostro iluminado
por el suave rubor que lo motiva
y no mires mi amor peñas arriba
sino sobre los surcos del sembrado.
Ámame con el sueño arrebatado
por el dedo de un hada fugitiva
que vence con delicia sensitiva
al otoño en mi pausa transitado.
Ámame como gustes y comprendas
no indaguen mis silencios tus ofrendas
y deja mis heridas se consuelen.
Ámame con tu amor dulce y ligero
que ha de ser asimismo verdadero
según duren los fuegos que lo impelen.
Rafael Mario Altamirano “Ninalquin”
Villa Dolores