Este martes 2 de mayo, realizamos la 10° edición del año 2023 del Café Literario "De Tardes...", el café literario más antiguo de la provincia de Córdoba y el con mayor continuidad en toda la Argentina el tema será: LOS OFICIOS
Nos reuniremos compartiendo textos propios y/o ajenos, para iluminar y celebrar la Palabra; para quienes deseen participar virtualmente, pueden enviar su material de lectura a través de la web o de WhatsApp.
El evento, es organizado por el Grupo Literario Tardes de la Biblioteca Sarmiento, ABIERTO A TODO PUBLICO, y se realiza a partir de las 20hs, en nuestra “Trinchera Cultural”, la Biblioteca Municipal D. Sarmiento, sita en Cárcano 143.
El evento es con entrada libre y gratuita, ABIERTO AL PÚBLICO que disfrute de leer y escuchar poesía. Como siempre, los esperamos en POESÍA y AMISTAD. Café literario del grupo Tardes, Café Literario de Traslasierra, 22 años 2001 - 2023
Poema de regalo
Digo los oficios
COMPATRIOTAS, dejadme que celebre,
con emoción de corazón fraterno,
los oficios del hombre que trabaja
bajo la luz de mi país pequeño,
mientras pulso guitarras interiores
y la calandria se remonta al cielo.
Y así digo el sabor de la amargura
de quien labora bajo un pozo negro
en las minas del Morro o Carolina
perforando tinieblas de roquedos
más allá de la estrella de carburo
que conduce a la ruta del tungsteno;
y saludo al Obrero que cosecha
sobre el duro blancor del Bebedero
esa Sal que le muerde la mirada
y le quema la sangre de los dedos;
y también a las tímidas muchachas
porque majan el trigo en el mortero
para el hambre del Padre que regresa
transfigurado de sudor labriego;
y a Santiago Vidal, que en Candelaria
hace prodigios cuando soba el cuero,
y fabrica rendajes y peguales,
fustas de gala, sólidos taleros
y los lazos que vuelcan al novillo
cuando el novillo es un impulso fiero;
y a don Claro Baigorria, que en Uspara
bebió la leche varonil del cerro
y en las noches de luna se dedica
a la caza de pumas con el perro,
el seguro puñal y su coraje
quemando siempre corazón adentro;
y saludo a las diestras Peladoras
que en los últimos días de febrero
inauguran la fiesta de las frutas,
bajo las huertas de Luján o Merlo;
y a los Peones que siegan alfalfares,
y los enfardan en un cubo prieto,
o levantan en parvas donde es lindo
yacer mirando anochecer el cielo,
mientras fluye el Conlara y se bifurca
sobre la red municipal del riego;
y saludo en el sol de La Totora
la fatiga de los Picapedreros
que persiguen al pan por el granito
más allá de martillos y barrenos;
y al anciano que vive en La Barranca
y cuyo nombre es Cayetano Cuello,
porque un día en la luna de la infancia,
cuando yo fui como arbolito tierno,
fabricóme dos mínimas ojotas
para soltura de mi andar pequeño;
y las manos de Sosa, que, inclinado,
corta adobones en el barro espeso,
mesturado de paja y de boñiga
como lo manda el ancestral Hornero;
y también a la mágica Dulcera,
ruborizada de salud y fuego,
que en la paila de cobre se retrata
sobre el almíbar de su dulce nuevo;
y saludo al jinete solitario,
que decimos algunos Remesero,
cuando lleva vacunos y lanares
entre jornadas de ventoso invierno;
y al colono de Fraga cuando siembra
en la chacrita de la cual no es dueño
la simiente que rueda por el surco,
pero también sobre su propio pecho;
y saludo a la anciana que en la pampa
biennombrada también del Tamboreo
porque tañe y percute en el galope
con el sonido de profundo trueno,
modelaba los cántaros de greda
para el arrope de chañar moreno;
y al oficio del Niño que en el asno
como él humilde, juguetón y bueno
se detiene en la puerta de los pobres
con la ganchada de espinillo seco;
y saludo a los peones que conozco
en la memoria de Jesús Robledo,
que en otoño partía a la cosecha
bajo la lona de un vagón carguero,
y una tarde quedó por la llanura,
junto a maizales de Venado Tuerto,
enraizado también como semilla
de cardo santo u ondulado trébol;
y al indio que teje en Guanacache
donde vivió la Chapanay un tiempo-
canastillos de junco y la piragua
de remar y cazar en los esteros;
y saludo a la anciana de El Talita.
siempre vestida de percales negros,
porque tiene el oficio humanitario
de probar en el agua del espejo
la mirada sin ver, la dura cera
y el detenido corazón del muerto;
y saludo en la luna de Tilquicho
la vigília de oscuros Carboneros
cuando velan el horno que atesora
llama dormida en los carbones negros;
y en el verde sabor de la tisana
justifico la ciencia del Yuyero,
que promete una cura de fragancia
para los males del hermoso cuerpo;
y el oficio de Vega, que en un carro,
protegido de lonas o de cueros,
almacena cosechas del otoño,
desde la miel hasta los higos secos,
y quesillos, y rubios orejones,
y los pelones de dulzor trigueño,
y el patay en menudos panecitos,
y manojos de tónico mastuerzo,
para luego vender por los caminos
más allá de Mercedes y Paunero;
y también al descalzo Pastorcito
que en la quebrada donde mora el trueno
y las nubes se tocan con la mano
apacienta rebaños cuyo dueño
vive en el valle, protegido y gordo,
con buena cama y confortable techo;
y saludo en el Bayo que me lleva
por los veranos a galope lento
esa mágica ciencia de la doma;
que dominaba don Gregorio Oviedo;
y el oficio de Heredia, que una tarde,
en el lugar donde sembró Sarmiento
el primer alfabeto me mostraba,
como flores nacidas en sus dedos,
la caja y la luz de las guitarras
que fabricaba con exacto esmero;
y en el sur de caldenes y lagunas,
la progenie del indio Quichusdeo,
mientras lava pezuñas de los toros
bajo la fusta de un inglés enfermo;
y el oficio por todos estimado,
sagrado oficio de Faustina Argüello,
que conduce por venas femeninas
niños a ser perennidad de pueblo;
y saludo en los puños de Quiroga
la batalla sin mapas del Hachero
cuando lucha en el monte, y en el monte
deja su fuerza de varón entero
convertida en quebracho moribundo
o en algarrobo para siempre yerto
(y en el vino del sábado protesta
por la dureza de su sino negro);
y saludo la fuerza de Santana
porque domina virilmente al hierro
en la llanta del carro, el hacha rota.
las hoces viejas para el trigo nuevo,
el arado rural y la herradura
que hace del trote tamboril legüero
y, allá por Alfalan y Las Meladas,
al muchacho que oficia de Boyero
y galopa llevando la tropilla
hasta la aguada donde grita el tero;
y a don Juan Báez saludo y rememoro,
y con él su destino de Platero,
en el mate de plata y la bombilla
donde concordia solidaria bebo;
y saludo a las núbiles muchachas
de cutis mate y relumbroso pelo,
cuando viajan en tren a las Ciudades,
que dominan las Vacas y el Dinero,
a vender juventud por servidumbre
a señoronas de pulidos dedos;
y en la mesa que a todos nos reúne,
a la orilla del pan y del puchero,
yo saludo la sombra campesina
de nativos y honrados Carpinteros;
Mauricio Barreda, Juan Orozco,
Pablo Aguilera, Sebastián Moreno,
Dolores Luna, Sinibaldo Funes,
Crisanto Núñez, Juan Daniel Romero;
y saludo en la paz de La Botija,
donde parece remansarse el tiempo,
al patay que se tuesta en la ramada
bajo los ojos de Josefa Liendo;
y en la Zamba que sube por el río
musical y natal del Chorrillero
yo bendigo la voz de la Guitarra
sobre el regazo de los Guitarreros;
y en el cofre tallado cuya tapa
dice el Escudo de los cuatro cerros
con el sol y los tímidos venados
nombro el oficio de José Rosello;
y saludo en el poncho que me cubre
las manos suyas, doña Lola Agüero,
sarmentosas de reuma, pero leves
como lana de nube o de borrego,
que giraban el huso, y en el patio,
bajo los talas con su flor de cielo,
coordinaban los lizos y la trama
en los palos del telar doméstico.
Y también este oficio que me vino
por arterias de música y de sueño
y me ha dado la dicha de sentirme
boca del Hombre y corazón del Pueblo.
Antonio Esteban Agüero
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