Además una cosa:
Yo no tengo ningún inconveniente
En meterme en camisa de once
varas...
Nicanor Parra
NOCIÓN DE PATRIA
Cuando resido en este país que no
sueña
cuando vivo en esta ciudad sin
párpados
donde sin embargo mi mujer me
entiende
y ha quedado mi infancia y
envejecen mis padres
y llamo a mis amigos de vereda a
vereda
y puedo ver los árboles desde mi
ventana
olvidados y torpes a las tres de
la tarde
siento que algo me cerca y me
oprime
como si una sombra espesa y
decisiva
descendiera sobre mí y sobre
nosotros
para encubrir a ese alguien que
siempre afloja
el viejo detonador de la
esperanza.
Cuando vivo en esta ciudad sin
lágrimas
que se ha vuelto egoísta de puro
generosa
que ha perdido su ánimo sin
haberlo gastado
pienso que al fin ha llegado el
momento
de decir adiós a algunas
presunciones
de alejarse tal vez y hablar otros
idiomas
donde la indiferencia sea una
palabra obsena.
Confieso que otras veces me he
escapado.
Diré ante todo que me asomé al
Arno
que hallé en las librerías de
Charing Cross
cierto Byron firmado por el
vicario Bull
en una navidad de hace setenta
años.
Desfilé entre los borrachos de
Bowery
y entre los Brueghel de la
Pinacoteca
comprobé cómo puede trastornarse
el equipo sonoro del Chateau de
Langeais
explicando medallas e incensarios
cuando en verdad había sólo
armaduras.
Sudé en Dakar por solidaridad
vi turbas galopando hasta la Monna
Lisa
y huyendo sin mirar a Botticelli
vi curas madrileños abordando a
rameras
y en casa de Rembrandt turistas de
Dallas
que preguntaban por el comedor
suecos amontonados en dos metros
de sol
y en Copenhague la embajada rusa
y la embajada norteamericana
separadas por un lindo cementerio.
Vi el cadáver de Lídice cubierto
por la nieve
y el carnaval de Río cubierto por
la samba
y en Tuskegee el rabioso optimismo
de los negros
probé en Santiago el caldillo de
congrio
y recibí el Año Nuevo en Times
Square
sacándome cornetas del oído.
Vi a Ingrid Bergman correr por la
Rue Blanche
y salvando las obvias diferencias
vi a Adenauer entre débiles
aplausos vieneses
vi a Kruschev saliendo de
Pennsylvania Station
y salvando otra vez las
diferencias
vi un toro de pacífico abolengo
que no quería matar a su torero.
Vi a Henry Miller lejos de sus
trópicos
con una insolación mediterránea
y me saqué una foto en casa de Jan
Neruda
dormí escuchando a Wagner en
Florencia
y oyendo a un suizo entre Ginebra
y Tarascón
vi a gordas y humildes artesanas
de Pomaire
y a tres monjitas jóvenes en el
Carnegie Hall
marcando el jazz con negros
zapatones
vi a las mujeres más lindas del
planeta
caminando sin mí por la Vía
Nazionale.
Miré
admiré
traté de comprender
creo que en buena parte he
comprendido
y es estupendo
todo es estupendo
sólo allá lejos puede uno saberlo
y es una linda vacación
es un rapto de imágenes
es un alegre diccionario
es una fácil recorrida
es un alivio.
Pero ahora no me quedan más
excusas
porque se vuelve aquí
siempre se vuelve.
La nostalgia se escurre de los
libros
se introduce debajo de la piel
y esta ciudad sin párpados
este país que nunca sueña
de pronto se convierte en el único
sitio
donde el aire es mi aire
y la culpa es mi culpa
y en mi cama hay un pozo que es mi
pozo
y cuando extiendo el brazo estoy
seguro
de la pared que toco o del vacío
y cuando miro el cielo
veo acá mis nubes y allí mi Cruz
del Sur
mi alrededor son los ojos de todos
y no me siento al margen
ahora ya sé que no me siento al
margen.
Quizá mi única noción de patria
sea esta urgencia de decir Nosotros
quizá mi única noción de patria
sea este regreso al propio
desconcierto.
Mario Benedetti