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Sitio del Grupo Literario Tardes de la Biblioteca Sarmiento y su actividad cultural, desde el 1 de mayo de 2008 en la web. Manteniendo vivo el legado Oscar Guiñazú Álvarez, para que no se pierda su obra y continúe en el tiempo.Apuntamos a la continuidad como el mejor homenaje a Don Oscar y su obra para que sea algo indeleble a través de los años.Realizamos el encuentro de poetas mas antiguo del mundo, cada año, desde 1962 en forma ininterrumpida nos encontramos en poesía y amistad en Villa Dolores, Traslasierra, Córdoba, Argentina. Todos los jueves llevamos a cabo el tradicional Café Literario, un lugar de encuentro para escritores y lectores. Oscar Guiñazú Álvarez nos dejó en 1996. Y como la institución era él, a quienes quedamos nos costó mantener el fuego. Hoy el Grupo Literario Tardes de la Biblioteca Sarmiento trabaja intensamente por la cultura. Quienes hemos heredado aquella antorcha, tenemos el honor y el desafío de hacer que su fuego siga brillando.





A Caetana (Por nacer), Carmen de Leon

A CAETANA (POR NACER)

Destello dulce de luz
que avivaste llama
lánguida, mortecina.
Hoy pude ver florecer
nuevamente
jardines.
Eres alegre perfume
en la mirada de tu madre ansiosa
y ensanchas cintura
que tu padre abraza
con gran ternura.
Voy a dejarte un regalo
que el tiempo marcará a fuego
en el último verso………….
encierra
mi primer beso.


Carmen de Leon 

Athina, Carmen Iris de León

Athina

Quisiera, desentrañar
los mundos escondidos
de tu mirada ausente,
bucear aguas ignotas
en misterioso corazón.
Surcaré los torrentes
bulliciosos, de tus venas
que en cristal de risas,
devuelven vida al sol.
Tu luz es mi esperanza,
el hogar, el nido.
Allí donde tu vayas
también estaré yo.


Carmen Iris de León

Jano, Carmen de Leon

Jano

Abiertas las alas
de tus brazos tiernos,
corrías a encontrarme
en tu pequeño vuelo.
El premio acudía
bajando del cielo
al encontrarte tibio
en mi gastado pecho.
el sol ya despierta
sobre el mismo suelo
destejiendo sombras
avivando fuegos.
Hoy, al abrazarte siento
que vivo de nuevo.

Carmen Iris de León 

Visita al purgatorio. Susana Cabuchi

Visita al purgatorio. Susana Cabuchi, De DETRÁS DE LAS MÁSCARAS. Córdoba, Argentina: Ediciones del Copista, 2008

El cartel anuncia
“El Paraíso”.
Aquí están
la directora del colegio,
la fundadora del Teatro Vocacional,
el carnicero,
el prestamista, el notario.
– Si madre,
traigo galletas,
sacaremos una mesa,
jugaremos a la confitería,
tomaremos el té.
Las pequeñas carrozas
– trípodes, andadores,
sillas de ruedas –
giran.
Aferrados al pasamanos
los caminantes
repiten la peregrinación,
como antes en la plaza,
ahora a orillas de la ciudad,
a orillas de la vida,
con las máscaras de la vejez,
y con pesados trajes, marchitos.
– Si madre,
soy la tía Emma
y también soy Susana.
Entre sombras
la comparsa emite
entrecortados llantos, gemidos secos.
– No madre, sus padres
no la olvidan,
están muy ocupados.
Cuando puedan
vendrán

con un ramo de rosas.

Susana Cabuchi

Puede ser sin título, Wislawa Szymborska

Puede ser sin título, Wislawa Szymborska 

Ocurre que estoy sentada bajo un árbol,
a la orilla de un río,
en una mañana soleada.
Es un suceso banal
que no pasará a la historia.
No son batallas ni pactos
cuyas causas se investigan,
ni ningún tiranicidio digno de ser recordado.

Y sin embargo estoy sentada junto al río, es un hecho.
Y puesto que estoy aquí,
tengo que haber venido de algún lado
y antes
haber estado en muchos otros sitios,
exactamente igual que los descubridores
antes de subir a cubierta.


El instante más fugaz también tiene su pasado,
su viernes antes del sábado,
su mayo antes de junio.
Y son tan reales sus horizontes
como los de los prismáticos de los estrategas.

El árbol es un álamo que hace mucho echó raíces.
El río es el Raba, que fluye desde hace siglos.
No fue ayer cuando el sendero
se formó entre los arbustos.
El viento, para disipar las nubes
antes tuvo que traerlas.

Y aunque no sucede nada a los alrededores,
el mundo no es más pobre en sus detalles,
ni está peor justificado ni menos definido
que en la época de las grandes migraciones.

No sólo a los conjuros acompaña el silencio.
Ni sólo a los monarcas un séquito de causas.
Y pueden ser redondos no sólo los aniversarios,
sino también las piedras solemnes de la orilla.

Complejo y denso es el bordado de las circunstancias.
Tejido de hormigas en la hierba.
Hierba cosida a la tierra.
Diseño de olas en el que se enhebra un tallo.

Por alguna causa yo estoy aquí y miro.
Sobre mi cabeza una mariposa blanca aletea en el aire
con unas alas que son solamente suyas,
y una sombra sobrevuela mis manos,
no otra, no la de cualquiera, sino su propia sombra.

Ante una visión así, siempre me abandona la certeza
de que lo importante
es más importante que lo insignificante.

(De: "Poesía no completa", FCE, 2011)
Wislawa Szymborska  (Traducción: Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia)

Wislawa Szymborska (Kórnik, Poznan, 1923 - Cracovia, 2012) Poeta polaca, que recibió el premio Nobel de Literatura 1996. Hija de un funcionario, en 1931 se trasladó con su familia a Cracovia, ciudad en la que se asentó de forma definitiva. Estudió filología y sociología después de la Segunda Guerra Mundial en la Universidad Jagellónica, tras lo cual inició su andadura literaria, consagrada esencialmente a la poesía, aunque también a la crítica y el ensayo en diversas publicaciones periódicas, en particular en Vida Literaria. Ahí aparecieron desde 1968 sus "folletines literarios", a modo de poco convencionales críticas, que serían publicados en forma de libro en dos volúmenes, Lecturas facultativas, (1973 y 1981). Su primer poema publicado, en 1945, "Busco la palabra", apareció en el Diario Polaco, y es a partir del poemario Por eso vivimos (1952) cuando obtuvo reconocimiento público. También publicó Preguntas hechas a una misma (1954) y Llamada al Yeti (1957).Murió en febrero de 2012.

Compañera, Marta Rosa Brignolo

COMPAÑERA

Deseo volver a sentir tu vuelo,
Ser cómplice de senderos
Baches, tierra, sol y lluvia
Trabajo arduo, lucha, risas
Vos y yo solamente, compañera de vida
Con tus rayos al viento
Vos y yo capaces
De atravesar montañas
Felices, danzando los desafíos de la vida
De ser libres. La frescura en el rostro…Sentir que vivo
Desde tu asiento…tomar tus puños
Entre mis manos e irnos lejos,
Volando suave; lejos muy lejos


Marta Rosa Brignolo

Navidad, Isabel Nieto Grando

Navidad

En esta noche única, con luces detenidas
más allá de el silencio, la miro alucinada
despiertan las campanas fantasías del tiempo
y contenidas lágrimas, lloviznan por mi cara.
Música celestial, anuncia al Dios nacido.
Dulce vino en la copa y la mesa colmada.
Las manos apretadas por ausencias y esperas,
en un brindis de paz, un perdon sin palabras.
No busquemos las sombras, los lugarea vacios
nos asilan retoños con frescura de agua.
Se tiñe de esperanza avistando el futuro
esta noche azulosa va acortando distancia.
Navidad, noche buena, aunamos los sueños
la soledad se esconde detrás de las miradas.
Hermanamos abrazos, compartimos la espiga
y los buenos deseos van abriendo ventanas.
Pasa el viento jugando, sacude las campanas
inmolando latidos en la hondura del alma


ISABEL NIETO GRANDO

La estrella fugaz, Alejandro Nicotra

La estrella fugaz

A Alejandro Bekes

No la línea que se cierra en el círculo,
sino la tangente:
la ventura de la estrella fugaz
que ha rozado la noche
(porque la mente elude toda afirmación,
flotante en lo incierto,
en lo improbable).
Así amaste otra vez su travesía,

por suburbios del cielo.


Alejandro Nicotra

Zoe, Carmen de Leon

ZOE

Siempre serás nube
en mis primaveras.
Siempre serás pétalo
en mis manos viejas.
Tu voz es tierna compañera,
desde aquellas tardes
cuando me decías:
_Conversemos abuela_
Hoy te quiero suave,
dulce en el recuerdo
de aquellas charlas
de perfumes …..vuelos…..
atardeceres largos….
bajo el gran pomelo.


Carmen de León

Impronunciable, Raúl Pignolino

IMPRONUNCIABLE

Permíteme decir
Lo impronunciable

Ya me agobia el silencio
Ya no tengo campanas
Sólo escribo los signos
Que me permite el día
Los torpes balbuceos del abismo
Las húmedas esquirlas del amor

Permíteme decir
Todo el mutismo que guardé en los ojos
Todas las muertes que dejé olvidadas
Un verano sin red
En un patio de sal


Raúl Pignolino

la verdad era un soplo... Stephen Crane


la verdad era un soplo... Stephen Crane
28

“La Verdad,” dijo un viajero,
“Es una roca, una poderosa fortaleza;
con frecuencia he ido a ella,
incluso a su más alta torre,
desde la cual el mundo parece negro.”
“La Verdad,” dijo un viajero,
“es un hálito, un soplo,
una sombra, un fantasma;
por mucho la he perseguido,
pero jamás he tocado
la orilla de su manto.”
Y yo le creí al segundo viajero;
pues la verdad era para mí
un hálito, un soplo,
una sombra, un fantasma,
y jamás he tocado
la orilla de su manto.


Stephen Crane. Novelista y poeta estadounidense, uno de los primeros exponentes del estilo naturalista. Crane nació el 1 de noviembre de 1871, en Newark (Nueva Jersey), y estudió en las universidades de Lafayette y Syracuse. En 1890, se marchó a Nueva York para trabajar por su cuenta como reportero de los barrios bajos, trabajo que junto a su pobreza le proporcionaría material para su primera novela, Maggie, una chica de la calle (1893). La novela, que hubo de publicar a su costa con el seudónimo de Johnston Smith, mereció los elogios de los escritores Hamlin Garland y William Dean Howells, pero no tuvo éxito. En cambio, la siguiente, La roja insignia del valor (1895), fue reconocida internacionalmente como un estudio psicológico, realista y profundo de un soldado joven en la Guerra Civil estadounidense. A pesar de que nunca vivió experiencias militares, la descripción de las duras pruebas de combate que revelaba en su obra indujo a varios periodistas estadounidenses y extranjeros a contratarle como corresponsal en las guerras entre Grecia y Turquía (1897) y España y Estados Unidos (1898). En 1896, el barco en el que acompañaba a una expedición de Estados Unidos a Cuba naufragó, desastre que le hizo pasar tales privaciones que le ocasionaron una tuberculosis, experiencias que narra en el libro de cuentos El barco abierto y otros relatos (1898). En 1897, se estableció en Inglaterra donde hizo amistad con los escritores Joseph Conrad y Henry James. Las descripciones naturalistas de Crane son pesimistas y brutales, pero la crudeza de su realismo está mitigada por el encanto poético y la franqueza de los personajes. Crane también fue un innovador de las técnicas poéticas. Sus dos libros de poesía, Los jinetes negros y otros versos (1895) y La guerra es amable y otros poemas (1899), son ejemplos pioneros e importantes de verso libre e influyó en poetas Imaginistas como Amy Lowell. Otras obras son Servicio activo (1899), Relatos de Whilomville (1900) y Heridas en la lluvia (1900). En 1954 se publicó su correspondencia. Escribió un total de doce libros antes de morir, a los 28 años, el 5 de junio de 1900, en Badenweiler (Alemania).

Añoranza, Lucia Nelly Vergara

Añoranza

 Llevo incrustadas
 en las yemas de mis dedos
 innumerables albas,
 y en la retina de mis ojos,
 las lunas solitarias.
 Sin el apoyo de
 tus claras palabras,
 me niego a contarlas.

El monólogo del viento,
 no se calla.
 Invasivo,
 a veces delirante,
 atropella, derriba,
 la ilusoria quietud
 de la añoranza.


 Lucia Nelly Vergara

El cuervo, Edgar Allan Poe

El cuervo, Edgar Allan Poe

Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
"Es -dije musitando- un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más."
¡Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.

Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
llenábame de fantásticos terrores
jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
"Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más."

Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
"Señor -dije- o señora, en verdad vuestro perdón imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía."
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.

Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: "¿Leonora?"
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: "¡Leonora!"
Apenas esto fue, y nada más.

Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
"Ciertamente -me dije-, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio."
¡Es el viento, y nada más!

De un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.

Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
"Aun con tu cresta cercenada y mocha -le dije-.
no serás un cobarde.
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!"
Y el Cuervo dijo: "Nunca más."

Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: "Nunca más."

Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
las palabras pronunció, como virtiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
"Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas."
Y entonces dijo el pájaro: "Nunca más."

Sobrecogido al romper el silencio
tan idóneas palabras,
"sin duda -pensé-, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de "Nunca, nunca más."

Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir graznando: "Nunca más,"

En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!

Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
"¡Miserable -dije-, tu Dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!"
Y el Cuervo dijo: "Nunca más."

"¡Profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!"
Y el cuervo dijo: "Nunca más."

"¡Profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles Leonora!"
Y el cuervo dijo: "Nunca más."

"¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! -le grité presuntuoso.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: Nunca más."

Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,

no podrá liberarse. ¡Nunca más!

Ahora que es de noche... Adrián Salagre

Ahora que es de noche
y la luna arrebata
lo oscuro de éste insomnio.
Le pido a mis adentros
ya no esperen
resucitar mariposas,
ni quieran volverme
príncipe azul.
Sólo me conformo...
poder hacer feliz
con una sonrisa
o una simple palabra
a una musa,
en la noctámbula
actitud
amorosa
de mis manos.


Adrián Salagre

Hastío de un casado al tercer día, Francisco de Quevedo

[HASTÍO DE UN CASADO AL TERCERO DÍA]

Antiyer nos casamos; hoy querría,
doña Pérez, saber ciertas verdades:
decidme, ¿cuánto número de edades
enfunda el Matrimonio en sólo un día?
Un antiyer soltero ser solía,
y hoy casado, un sin fin de Navidades
han puesto dos marchitas voluntades
y más de mil antaños en la mía.
Esto de ser marido un año arreo,
aun a los azacanes empalaga;
todo lo cotidiano es mucho, y feo.
Mujer que dura un mes se vuelve plaga;
aun con los diablos fue dichoso Orfeo,
pues perdió la mujer que tuvo en paga.

Francisco de Quevedo

Osvaldo Guevara - Videoteca de Córdoba

Osvaldo Guevara 

La Videoteca de poetas y escritores de Córdoba, primer archivo audiovisual de la literatura cordobesa, es un vehículo de difusión institucional y una útil herramienta de estudio y conocimiento de los autores provinciales destinado a maestros, profesores y estudiosos, ideada y realizada por el Área de Literatura de la Casa de la Cultura de Río Cuarto, Agencia Córdoba Cultura del Gobierno de la Provincia de Córdoba.

Realización: Luisina Fagiano / Santiago Moriconi


Coordinador: Antonio Tello

Susana Cabuchi - Videoteca de Córdoba

Susana Cabuchi

La Videoteca de poetas y escritores de Córdoba, primer archivo audiovisual de la literatura cordobesa, es un vehículo de difusión institucional y una útil herramienta de estudio y conocimiento de los autores provinciales destinado a maestros, profesores y estudiosos, ideada y realizada por el Área de Literatura de la Casa de la Cultura de Río Cuarto, Agencia Córdoba Cultura del Gobierno de la Provincia de Córdoba.

Realización: Luisina Fagiano / Santiago Moriconi


Coordinador: Antonio Tello

Alejandro Nicotra - Videoteca de Córdoba

Alejandro Nicotra
La Videoteca de poetas y escritores de Córdoba, primer archivo audiovisual de la literatura cordobesa, es un vehículo de difusión institucional y una útil herramienta de estudio y conocimiento de los autores provinciales destinado a maestros, profesores y estudiosos, ideada y realizada por el Área de Literatura de la Casa de la Cultura de Río Cuarto, Agencia Córdoba Cultura del Gobierno de la Provincia de Córdoba.

Realización: Luisina Fagiano / Santiago Moriconi


Coordinador: Antonio Tello

El puente, José Watanabe


EL PUENTE, José Watanabe (Perú, Laredo, 1945- Lima, 2007)

Las columnas herrumbradas por el aire delgado
de la altura
suben desde las pendientes de la quebrada y sostienen con
    gruesos remaches
los travesaños de hierro.
Hay miles de remaches en la estructura del puente
pero en el centro hay uno solo fijando el encuentro
de todas las fuerzas, uno solo, insospechado y firme,
    evitando que el mundo se venga abajo.
Aquí alguna vez un hombre se sentó a horcajadas, hercúleo,
             sobre el abismo
y selló el remache decisivo, acero al rojo y con esquirlas.
Imagina la acción tensa y peligrosa de su brazo
golpeando acompasado
como si nos transmitiera serenamente un mensaje:
          nadie asegura el mundo en su contra.
El remache
permite el paso del tren de los metales y del tren de los migrantes.
y el paso contrario de los que vamos a mirar sus paisajes y
     cortamontes.
Y mientras cruzas el puente y miras aterrado el vacío del
     desfiladero
siente el interminable poder de ese hombre,
pero imagínalo después caminando como cualquiera,
     sin alardes,
hacia los viejos campamentos desmontados
donde durmió sobre un pellejo su sincero cansancio.


Lamento haber llegado... Adrián Salagre



Lamento haber llegado
una noche a tu vida,
kilómetros después
que alguien
en el pasado
te hiciera llorar.
Yo no sé si podré
bajarte la luna.
Pero te aseguro,
si me dejas...
Te bajo toda la ropa...
herida.

Adrián Salagre

Puentes de alma calada, Juan Meneguín

Puentes de alma calada, Juan Meneguín (Argentina, Entre Ríos, Concordia, 1958)

Busco algunos puentes que ya no existen,
de piedra y de madera, puentes de fierro.
Grandes naves quietas en la espesura de los montes
mientras abajo corren las aguas frías.
Busco algunos caminos que los años perdieron en mapas amarillentos.
Caminos sepultados por las arenas y luego por los pastizales
a donde volverían cérvidos de altas cornamentas.
En sueños veo aquellos arenales
surcados por arroyos de aguas claras y verdes
y remolinos de peces en los remolinos.

: Verano 1971

Veo puentes de hierro ferrocarrilero sobre un monte en brumas.
Veo la noche en aquellos puentes atravesados por el claro de luna.
Veo un puente rojo que una tormenta de tarariras y sarandices
descalzó una noche y cayó finalmente
descabezando un camino que nadie usaba ya
porque era un camino sin cereales y sin camiones.
Los pilares hundidos en las arenas, los arbotantes
enterrados en una espesura de campanillas y enredaderas sin nombre.
Pero veo también un puente de madera, un puente hermosamente vacío
y colgado del cielo por obenques de repollitos de agua
y abajo y adentro un agua con sabor a cedrón y carqueja,
un agua de berros y culantrillos entre las piedras,
cuando de solera y capelina, una recién casada
sale del frío de lo verde y ríe con el algodón mojado transparente
que copia la levitación de sus pechos,
y entre las vigas de quebracho de un puente de madera
alguna vez tuve doce años, y con un mediomundo
me sumergí en la sombra de un remolino
habitado por sabalitos y chanchitas, dientudos y mojarras,
ardiendo por culpa del verano y el sol de las primeras eróticas.

: Invierno 1941

Puentes de alma calada, rendidos ante una tormenta subfluvial,
una noche en que desaparecía un ejército de zapadores
bajo las olas turbias de las grandes crecientes,
ahogados soldaditos por el peso de los fusiles, mochilas, campamentos,
mientras arriba cruzaba un último carguero,
ciego entre relámpagos, hipoacúsico en el espanto,
como un redoble de tambores en doble fila sobre los rieles,
la síncopa de sus pistones empujando un cronómetro lejano.

¿Dónde quedan esas imágenes? ¿Quién
registró la lenta historia de aquellos puentes entrerrianos?
¿En qué oficinas con fantasmas siguen muriendo
reglas de cálculo y medidas inglesas
para aquellas ingenierías sin sistema métrico decimal
en cuyas crónicas de planos cruzaban los convoyes de áridos?
Sobre ondas de trigales, bajo el viento y la llovizna
pasaban las últimas locomotoras
y entraban a los puentes perdidos en tajamares y lagunas,
porque hubieron puentes sin doseles ni barandas
para que los cormoranes de agua dulce,
y desde un lento mirador de fierros con remaches,
escrutaran mejor el fondo de las aguas verdes.

: Otoño 1983

Pero un puente blanco cruza sobre buques contenedores
y el río se detiene en camalotes.
Amanece y hay niebla allá abajo, y entre la niebla
viejas embarcaciones buscan una isla, y un amarradero.
El río es un viajero silencioso cuando se va en la niebla;
los sauces en la orilla son filigranas de niebla,
los sarandíses en la orilla son las ramas y las hojas de la niebla
y hay culebras en los grandes camalotes,
hay una garza de ojos colorados que mira
y el río apenas marcha con sus barcos extranjeros
mientras un lento carguero, allá arriba,
cruza como levitando por un monte de olores al rocío.
Y es una fina escarcha de verdes traslúcidos, la mañana.

: Primavera 2009

Tres motocicletas cruzan un puente blanco:
las máquinas quietas como en paradoja cuántica,
porque cuando hay un arroyo de aguas oscuras

siempre es un puente blanco lo que viaja, y cruza.

Grupo Literario Tardes de la Biblioteca Sarmiento. Más de medio siglo en poesía

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Dejaron sus huellas