EL BLOGG DEL GRUPO LITERARIO TARDES DE LA BIBLIOTECA SARMIENTO SE ACTUALIZA PERIODICAMENTE DESDE EDL AÑO 2008. GRACIAS POR VISITARNOS.

Desde 1958 trabajando por la cultura en Traslasierra. Desde 1962 realizando anualmente el Encuentro internacional de Poetas más antiguo y con mayor continuidad del mundo. Desde 2001 realizando semanalmente el Café Literario del Grupo Tardes.

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Sitio del Grupo Literario Tardes de la Biblioteca Sarmiento y su actividad cultural, desde el 1 de mayo de 2008 en la web. Manteniendo vivo el legado Oscar Guiñazú Álvarez, para que no se pierda su obra y continúe en el tiempo.Apuntamos a la continuidad como el mejor homenaje a Don Oscar y su obra para que sea algo indeleble a través de los años.Realizamos el encuentro de poetas mas antiguo del mundo, cada año, desde 1962 en forma ininterrumpida nos encontramos en poesía y amistad en Villa Dolores, Traslasierra, Córdoba, Argentina. Todos los jueves llevamos a cabo el tradicional Café Literario, un lugar de encuentro para escritores y lectores. Oscar Guiñazú Álvarez nos dejó en 1996. Y como la institución era él, a quienes quedamos nos costó mantener el fuego. Hoy el Grupo Literario Tardes de la Biblioteca Sarmiento trabaja intensamente por la cultura. Quienes hemos heredado aquella antorcha, tenemos el honor y el desafío de hacer que su fuego siga brillando.





Soy desierto, ahora escribo, Cristina Larco



SOY DESIERTO......................................................

AHORA ESCRIBO (CRISTINA LARCO)



Ahora escribo Petroglifos Escribo

con arcilla a los que vienen

Ahora que oscuras manos entierran palas progreso

en los huesos de mis dioses quebrados cartílagos.

Escribo en las arenas ramaje extenso

para dar que tengo tierra y palabra

Escribo bajo el cielo azul cobalto

bajo el cielo que nos queda

Escribo con tu tacto temporero en el racimo

de las uvas transversales

Pirquinero descubriste la salada azucena

la azucena oscura en Pedernales

ahora quema navíos

Pescador todavía hundes redes

para ver a contraluz y no sabes no conoces

la desnuda solidez de mis mareas.

Trashumante me mediste con tu métrica de espanto

de alambradas y abandono me sembraste

Soy desierto no me doblega

tu cópula de lluvia pasión de principiante

Meretriz del cosmos me poseen astros

me han nacido lunas me brotan metales

Soy desierto llevo ocre y ausencia en las espaldas

azufrados manantiales en el beso

Allí donde el olvido enarbola su miseria

tengo abierto llanos de paciencia abrí esperas

por la vida que en cada muerte vigila

por la piedra que pusiste en la apacheta

por las flores de papel en los caminos

y en memoria de lo mínimo que diste

de lo poco que nos queda

como ofrenda a los que vienen

Soy desierto ahora escribo





PEDERNALES: SALAR DE LA REGIÓN DE ATACAMA

APACHETA: Altar en donde los viajeros dejan ofrendas a la pacha mama. Se dejan piedras para que el camino resulte leve y como reciprocidad para los viajeros que vendrán, monedas, agua o alimentos

Cristina Larco

A cierta hora, Lucia Nelly Vergara


A cierta hora

Las chicharras con su canto
convulsionan a
la niñez
y le dan mayor significado
a cierta hora de la siesta.
Con la cabeza
despeinada de sueños
y los pies descalzos,
enrojecidos
por los pisos calcinados
corre y alcanza
las mariposas coloridas.

Las ramas de
los generosos árboles
son columpios,
son techos,
son disfraces.
Las travesuras
vuelan sin restricción.
La bulla franquea
a su antojo
cualquier imposición.
Retumbos de talones
golpean descuidados
por las veredas
del barrio.
Temeraria se vuelve
la ingenuidad.
Se suman otras
y ajenas
osadías
de inagotable
energía.
Es una conspiración corporativa
contra el descanso.
No hay remedio ni freno
a tanto valor.

Son los mismos ángeles
con total transparencia
que bajan a esta hora
para ahuyentar
a tanta hipocresía.

Lucia Nelly Vergara

Juana, Celia Inés López Miranda


JUANA Celia Inés López Miranda

Desde niña, cada vez que pensaba en las partidas, algo extraño, como un ruido sordo, dentro de un baúl, se le manifestaba en el costado izquierdo, justo abajo de las costillas.
Ese algo, le sobrevino aquella mañana que había pensado sería tan común, tan como siempre, así que se quedó en la cama un rato más para ver si se le pasaba la sensación.
Dormitaba cuando sintió el ringstone del celular. Leyó. Entendió. Ahí estaba ese algo...la partida era inminente. Compró el billete desde la computadora. Abrió el cajón de su mesa de luz , tomó el fragmento de dije con media inicial casi borrada, que ahora, era su brújula , lo sostuvo en la mano, con el puño cerrado, casi sintiéndolo latir también entre sus dedos. La calle la esperaba.
Salió. El tiempo era una borrasca, una nube densa de niebla que debía atravesar para llegar puntual a las cinco de la tarde al banco de sangre y de ahí a la oficina de Abuelas, dos horas más. Sintió la soledad .
Al llegar le extendieron un sobre , lo guardó en la mochila...caminó con el corazón acelerado y ese algo sonándole dentro, como si el descubrimiento de quién era, se hubiera transformado en un furioso latido de tambores. Miró el dije , húmedo, en su mano.
Juana, y la que podría llegar a ser, la otra, la sin nombre, tenían esta secreta complicidad. Ambas se medían, se temían, pero convivían en fraterna tolerancia, sabiendo que en algún momento, una, la auténtica opacaría a la otra.
Tocó el timbre del portero eléctrico, ya en el ascensor el sonido de los tambores en su costado se acrecentaron. Abrió la puerta. La saludaron con afecto.
Allí, de pie, frente a ella, estaba esa mujer. Fue una ráfaga. Lo que le garantizaban los resultados del ADN cuando se los leyeron, ya no le hacía falta. El libro de su vida se abría ante ella, en esos ojos, en el modo de sonreír y correrse el cabello del rostro, en esa piel que guardaba aún la tersura de un pétalo.
Se vio en los rayos miel de esa mirada. Se leyó en ella. Era su abuela materna.
De pronto los tambores callaron. Las dos mujeres se fundieron en un abrazo . Juana abrió su mano, y supo al fin que la inicial de su nombre era una V. Tomadas de la mano se encaminaron hacia la salida. Dos mujeres renacidas, descendieron del ascensor, la tibieza del otoño las cubrió, iban firmes, sin prisa, al ritmo de sus corazones, sintiendo el instante de la vida .
La otra Juana, aquella que había llegado ya aturdida por el ruido de los tambores en el pecho, esa, se quedó en el ascensor... por el momento.

Apegada al vidrio viajaste conmigo, Maria Luisa Ortiz


Apegada al vidrio viajaste conmigo
lunita de Enero, dorada de sol
las dos nos aliamos, la noche era mágica
me sentía sola, sola con mi yo.
Te confíe secretos, sin voz, sin palabras
tú los escuchaste con el corazón.
el micro corría con su carga humana
llevaba en su espaldas más
de una ilusión,
La ruta estiraba su cinta de plata
por entre los campos bañados de luz
yo te miraba tan bella y distante
esparciendo al mundo tu embrujo
lunar.
Toda ensoñada sentada, en mi asiento
pensaba en las lunas que he visto pasar.
Y en cuantas otras mis ojos, verán.


Maria Luisa Ortiz

Ausencia, Isabel Nieto Grando



Ausencia



Y soltaste mi mano, justo ahora

cuando las golondrinas ya partieron.

Agitaron sus alas y se fueron

sobre el celaje gris que se evapora.



Ensamblados los vuelos con la aurora

por ese mar azul, se confundieron.

Mis ojos anegados no pudieron

llegar al paraíso que atesoras.



Mi latido te llama en el desvelo

Llovizna el corazón, viste de duelo.

Tu ausencia que dejó mi alma sin vida.



Volverán las viajeras con su estío.

La soledad me envuelve con su frío.

Porque el sol se trizó con tu partida.



Isabel Nieto Grando

El fuego bebe, Cristina Duje

el fuego bebe
de un vaso
donde estallan
los deseos
que se elevan
círculos
hacia un cielo
quebrado
de sueños.


Cristina Duje

Los tucos, Lucia Nelly Vergara


Los tucos

La noche se arrimaba
a la orilla del río.
No quería interrumpir
el canto
de algún pájaro retrasado
buscando su nido.
Los tucos deambulaban
con sus linternas azulinas
transportando entre los árboles
los sueños peregrinos
de una infancia
festiva.
Ahogando en mi pecho
mi voz de niña,
“tuco toma pan”
continué mi camino
en puntillas.
No quise distraer
a los tucos
y a la niñez
que llegaron juntos
hasta la calle del río.

Lucia Nelly Vergara

Desencuentro, Teresa Gómez Atala

DESENCUENTRO

El viento
ocultó tu voz en el silencio
más allá de la esperanza.
Y fue
la lluvia ausente,
la bruma del adiós
mojando todo.
Detrás de los párpados
navegué
por ríos subterráneos.
Fui sombra entre las sombras.

Amanecí
y te encontré
al este de los pájaros.

Teresa Gómez Atala

Divagando, Lucia Nelly Vergara


Divagando

El viento norte
abre su enorme boca
soltando calcinantes
fumaradas.
Fragua los pensamientos
que caminan por la tarde
desparramados,
embarullándolos
en rojos remolinos.
Se balancean con las hojas.
Bajan, suben,
y desde este fragmento de mundo,
se les ocurre
remontar
una nube blanca.

Una encendida ráfaga
me los regresa
y otra vez
soy rehén desprevenida
desandando callejuelas
repetidas.

Un abejero
dando brincos
se apropia
del espacio.
Atrapa a las distraídas mariposas
en descuidados revoloteos.
El viento
se aleja
cargando sobre su espalda
el inasible momento,
escudado
tras el intruso
que irrumpió en el patio
con su pico voraz
y un trozo de sol
en su prominente pecho.

Lucia Nelly Vergara

La Palabra, Pablo Barattini



LA PALABRA





La encontré desnuda en la soledad

del burdel

violada, ultrajada en su ser de paloma

arrimó silencios a las horas oscuras

y lloró en mi almohada.

Manchada de besos, herida en el alma

rotas sus alas, su negra desgracia

la sombra del agua llovió en la memoria

su pena cansada.

La encontré desnuda sin una metáfora,

desprovista de todo, ¡encontré la palabra!,

después de asilarme,

en sus ojos sin brillo, en su dulce mirada,

en el canto profundo que brota del alma,

en la espuma que trae el mar a la playa,

en los vientos alisios que soplan sin calma,

en los ríos de sangre, en los ríos de agua,

en las noches de Luna allá en la montaña,

en las piedras que sufren

de olvido y distancia,

en ellas y en todo, ¡encontré la palabra.!

Por las calles sin lumbre,

donde el Sol ya no pasa,

nos fuimos amando, ardiendo en la fragua

ebrios de besos, locos de ansias

su cuerpo el deseo en mi mano temblaba

nos fuimos amando,

nos fuimos quitando las prendas del alma.

Tú,

la hembra de fuego, la ardiente palabra.

Yo, el triste sujeto

de la página blanca.


 Pablo Barattini 
(Chile)

Grupo Literario Tardes de la Biblioteca Sarmiento. Más de medio siglo en poesía

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