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Sitio del Grupo Literario Tardes de la Biblioteca Sarmiento y su actividad cultural, desde el 1 de mayo de 2008 en la web. Manteniendo vivo el legado Oscar Guiñazú Álvarez, para que no se pierda su obra y continúe en el tiempo.Apuntamos a la continuidad como el mejor homenaje a Don Oscar y su obra para que sea algo indeleble a través de los años.Realizamos el encuentro de poetas mas antiguo del mundo, cada año, desde 1962 en forma ininterrumpida nos encontramos en poesía y amistad en Villa Dolores, Traslasierra, Córdoba, Argentina. Todos los jueves llevamos a cabo el tradicional Café Literario, un lugar de encuentro para escritores y lectores. Oscar Guiñazú Álvarez nos dejó en 1996. Y como la institución era él, a quienes quedamos nos costó mantener el fuego. Hoy el Grupo Literario Tardes de la Biblioteca Sarmiento trabaja intensamente por la cultura. Quienes hemos heredado aquella antorcha, tenemos el honor y el desafío de hacer que su fuego siga brillando.





Mostrando las entradas con la etiqueta poemas. Mostrar todas las entradas
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Confiteria las delicias, Rodolfo Edwards

CONFITERÍA LAS DELICIAS


sin lugar a dudas
esta es la mejor panadería
de la ciudad de Buenos Aires
siempre pensé
que en la variedad está el gusto
me pierdo
entre lengüitas de parmesano
galletas marineras palmeritas sacramentos merenguitos
y africanitos que me sonríen
y me guiñan un ojo
las medialunas de grasa
tiene una forma perfecta
son una comba de Francescoli
un trazo de Leonardo Da Vinci
relampagueando en el cielo de Villa Urquiza
las empleadas de Las Delicias
son como madres de un tango
hablan en lunfa
tienen el tonito de Tita Merello
de pronto todo se vuelve blanco y negro
y soy niño otra vez
comiendo por primera vez
un sanguchito de miga
de jamón y queso
pero con la miga bien esponjosa ¿eh?
aireada por el aliento
de invisibles titanes de barrio
soy el muñequito de la torta
y prendo todas la velitas
per jodere nomás
una de las titas le echa
al postre mazzini
un chorro de licor El Abuelo
mientras una vieja pasa
marchando con una baguette
sobre el hombro
como un granadero de mil años
“con los cañoncitos de dulce de leche
que venden acá”
se forjó nuestra Independencia
le explico a una señorita
que me mira algo asustada
un pan francés está recitando
un poema de Prevert
se hace escuchar
en medio del parloteo
de los futuros merendantes
Las Delicias hoy está lleno de gente
todas las clases sociales todas
todos los colores todos
todas las edades todas
y una gran torta de infinito pisos
torre de babel
para que también se pegue un mordisco
don tata Dios
me escondo adentro de un pebete
y con un grisín escribo
esta crónica de pan


Rodolfo Edwards

Faulkner deja de escribir, Marcelo Dughetti

FAULKNER DEJA DE ESCRIBIR

con mi hija
construimos un barco para escapar
al centro de la tierra

todos los domingos le agregamos detalles
mi madre
encerrada en su urna de hueso
suele desearnos suerte
nos prepara un té de odio
y lo sirve envuelta en su capullo.

cuando llega la noche
y el lunes muerde con su pan de furia,
miramos con ternura el barco fantástico
la cruz de palo santo
el osito rojo en la cabecera
la dulce mortaja

que cubrirá el futuro.

Marcelo Dughetti

Los higos, Baldomero Fernández Moreno (1918)

Los higos, Baldomero Fernández Moreno (1918)


Los higos exigen el canastillo trenzado. Las cerezas, el 
cuenco de la mano. Las uvas la boca entreabierta.

Gracias por decir gracias, Charles Bernstein

GRACIAS POR DECIR GRACIAS, Charles Bernstein

Éste es un poema
totalmente accesible.
No hay nada
en este poema
que sea de algún
modo difícil
de entender.
Todas las palabras
son simples &
van al grano.
No hay nuevos
conceptos, ni
teorías, ni ideas
para confundirte.
Este poema
no tiene pretensiones
intelectuales. Es
puramente emocional.
Expresa enteramente
los sentimientos del
autor: mis sentimientos,
la persona que
ahora te habla.
Su propósito es
comunicarse contigo.
De corazón a corazón.
Este poema te aprecia
& valora como
lector. Celebra
el triunfo de la
imaginación humana
entre riesgos &
calamidades. Este
poema tiene 90 líneas,
269 palabras, y
más sílabas de las
que tengo tiempo
para contar. Cada línea,
palabra & sílaba
ha sido escogida
para transmitir
únicamente el
significado previsto
& nada más.
Este poema abjura de
la oscuridad & el enigma.
No hay nada
escondido. Un centenar
de lectores podría
leer el poema
de manera
idéntica & obtener
el mismo mensaje
de él. Este
poema, como todos
los buenos poemas, cuenta
una historia en un estilo
directo que nunca
deja al lector
suponiendo. Aunque
por momentos exprese
amargura, ira,
resentimiento, xenofobia
& indicios de racismo, su
tono primordial es
afirmativo. Se
regocija aun en
esos amargos momentos
de la vida que
comparte contigo.
Este poema
representa la esperanza
por una poesía
que no dé la espalda
al público, que no
piense que es
mejor que el lector,
que se comprometa
con la poesía como
una forma popular,
como volar una
cometa o pescar
con mosca. Este poema
no pertenece a ninguna
escuela, ni tiene
ningún dogma. No sigue
moda alguna. Sólo
dice lo
que dice. Es
real.

Charles Bernstein (nacido el 4 de abril de 1950, en Nueva York, E.E.U.U.) es un poeta, teórico, editor y estudioso de la literatura. Bernstein es Profesor de lengua inglesa en la Universidad de Pennsylvania. Es uno de los miembros más prominentes de la poesía del lenguaje. En 2006 fue elegido miembro de la Academia Americana de Artes y Ciencias. En 2005 le fue otorgado el Premio del Decano por sus innovaciones docentes en la Universidad donde enseña. Ha sido profesor visitante de poesía, poética y escritura creativa en la Universidad de Columbia, la Universidad de Brown, y la Universidad de Princeton. Es autor de más de veinte libros de poemas, entre ellos se destacan Poetic Justice, Disfrutes, The Sophist y "Todo el whysky en el cielo" (Editorial Farrar, Straus and Giroux, 2010).


Resaca, Vicente Aleixandre

RESACA

Un alma un velo o un suspiro
un rápido paso camino de la luz
un entrever difuso (luz espérame)
esa esperanza ahogada por la prisa

Este ancho mar permite la clara voz nacida
la desplegada vela verde
ese batir de espumas a infinito
a la abierta envergadura de los dos brazos distantes

Oh horizonte de viento quieto lejanía
Sospechas de dos mariposas de virgen
aquí donde las ondas son kilómetros

Una dulce cabeza una flor de carbón navegan solas
Solo faltaría una pluma una pluma compuesta
hecha de dedos ciegos
de abandonados ya propósitos de anteayer distante

Así para tocarse para comprobar la frente o el cuello
la carencia de sangre
ese reflejo verde parado por las venas
mientras cercados por la densa ojera
están hundidos dos besos morados

La flor en el agua no es un gemido
No quemada no ardida boga callando
reservando su perfume implacable
para correr como loco por las arterias ausentes
La embriaguez de entonces, la belleza serena
la voz naciente
el mundo que adviene
abrázame mientras tanto
que al fin me entere yo cómo sabe una piel que sorprende

Quién sabe si estas dos manos
dos montañas de pronto
podrán acariciar la minúscula pulpa
o ese dientecillo que sólo puede tocarse con la yema

Si abandono mi mano sobre tu pecho
oh no mueras como un suspiro aplastado
no disimules tu calidad de onda al fin opresa
Pervive oh mía aquí sobre la playa ahora en fin que no vivo
que puedo tenderme en forma de espuma y bañar unos pies no presentes
para retirarme a mi seno donde extremos navegan
 


Vicente Aleixandre, de Espadas como labios, Madrid, Espasa-Calpe, 1932.

A la orilla del río, Juan L. Ortiz

A LA ORILLA DEL RÍO...
Juan L. Ortiz (Argentina, Gualeguay, Puerto Ruiz, 1896 -Paraná, 1978)

A la orilla del río
un niño solo
con su perro.
A la orilla del río
dos soledades
tímidas,
que se abrazan.

¿Qué mar oscuro,
qué mar oscuro,
los rodea,
cuando el agua es de cielo
que llega danzando
hasta las gramillas?
A la orilla del río
dos vidas solas,
que se abrazan.
Solos, solos, quedaron
cerca del rancho.
La madre fue por algo.
El mundo era una crecida
nocturna.
¿Por qué el hambre y las piedras
y las palabras duras?
Y había enredaderas
que se miraban,
y sombras de sauces,
que se iban,
y ramas que quedaban...

Solos de pronto, solos,
ante la extraña noche
que subía, y los rodeaba:
del vago, del profundo
terror igual,
surgió el desesperado
anhelo de un calor
que los flotara.
A la orilla del río
dos soledades puras
confundidas
sobre una isla efímera
de amor desesperado.

El animal temblaba.
¿De qué alegría
temblaba ?
El niño casi lloraba.
¿De qué alegría
casi lloraba?

A la orilla del río
un niño solo

con su perro

Visita al purgatorio. Susana Cabuchi

Visita al purgatorio. Susana Cabuchi, De DETRÁS DE LAS MÁSCARAS. Córdoba, Argentina: Ediciones del Copista, 2008

El cartel anuncia
“El Paraíso”.
Aquí están
la directora del colegio,
la fundadora del Teatro Vocacional,
el carnicero,
el prestamista, el notario.
– Si madre,
traigo galletas,
sacaremos una mesa,
jugaremos a la confitería,
tomaremos el té.
Las pequeñas carrozas
– trípodes, andadores,
sillas de ruedas –
giran.
Aferrados al pasamanos
los caminantes
repiten la peregrinación,
como antes en la plaza,
ahora a orillas de la ciudad,
a orillas de la vida,
con las máscaras de la vejez,
y con pesados trajes, marchitos.
– Si madre,
soy la tía Emma
y también soy Susana.
Entre sombras
la comparsa emite
entrecortados llantos, gemidos secos.
– No madre, sus padres
no la olvidan,
están muy ocupados.
Cuando puedan
vendrán

con un ramo de rosas.

Susana Cabuchi

Puede ser sin título, Wislawa Szymborska

Puede ser sin título, Wislawa Szymborska 

Ocurre que estoy sentada bajo un árbol,
a la orilla de un río,
en una mañana soleada.
Es un suceso banal
que no pasará a la historia.
No son batallas ni pactos
cuyas causas se investigan,
ni ningún tiranicidio digno de ser recordado.

Y sin embargo estoy sentada junto al río, es un hecho.
Y puesto que estoy aquí,
tengo que haber venido de algún lado
y antes
haber estado en muchos otros sitios,
exactamente igual que los descubridores
antes de subir a cubierta.


El instante más fugaz también tiene su pasado,
su viernes antes del sábado,
su mayo antes de junio.
Y son tan reales sus horizontes
como los de los prismáticos de los estrategas.

El árbol es un álamo que hace mucho echó raíces.
El río es el Raba, que fluye desde hace siglos.
No fue ayer cuando el sendero
se formó entre los arbustos.
El viento, para disipar las nubes
antes tuvo que traerlas.

Y aunque no sucede nada a los alrededores,
el mundo no es más pobre en sus detalles,
ni está peor justificado ni menos definido
que en la época de las grandes migraciones.

No sólo a los conjuros acompaña el silencio.
Ni sólo a los monarcas un séquito de causas.
Y pueden ser redondos no sólo los aniversarios,
sino también las piedras solemnes de la orilla.

Complejo y denso es el bordado de las circunstancias.
Tejido de hormigas en la hierba.
Hierba cosida a la tierra.
Diseño de olas en el que se enhebra un tallo.

Por alguna causa yo estoy aquí y miro.
Sobre mi cabeza una mariposa blanca aletea en el aire
con unas alas que son solamente suyas,
y una sombra sobrevuela mis manos,
no otra, no la de cualquiera, sino su propia sombra.

Ante una visión así, siempre me abandona la certeza
de que lo importante
es más importante que lo insignificante.

(De: "Poesía no completa", FCE, 2011)
Wislawa Szymborska  (Traducción: Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia)

Wislawa Szymborska (Kórnik, Poznan, 1923 - Cracovia, 2012) Poeta polaca, que recibió el premio Nobel de Literatura 1996. Hija de un funcionario, en 1931 se trasladó con su familia a Cracovia, ciudad en la que se asentó de forma definitiva. Estudió filología y sociología después de la Segunda Guerra Mundial en la Universidad Jagellónica, tras lo cual inició su andadura literaria, consagrada esencialmente a la poesía, aunque también a la crítica y el ensayo en diversas publicaciones periódicas, en particular en Vida Literaria. Ahí aparecieron desde 1968 sus "folletines literarios", a modo de poco convencionales críticas, que serían publicados en forma de libro en dos volúmenes, Lecturas facultativas, (1973 y 1981). Su primer poema publicado, en 1945, "Busco la palabra", apareció en el Diario Polaco, y es a partir del poemario Por eso vivimos (1952) cuando obtuvo reconocimiento público. También publicó Preguntas hechas a una misma (1954) y Llamada al Yeti (1957).Murió en febrero de 2012.

Impronunciable, Raúl Pignolino

IMPRONUNCIABLE

Permíteme decir
Lo impronunciable

Ya me agobia el silencio
Ya no tengo campanas
Sólo escribo los signos
Que me permite el día
Los torpes balbuceos del abismo
Las húmedas esquirlas del amor

Permíteme decir
Todo el mutismo que guardé en los ojos
Todas las muertes que dejé olvidadas
Un verano sin red
En un patio de sal


Raúl Pignolino

la verdad era un soplo... Stephen Crane


la verdad era un soplo... Stephen Crane
28

“La Verdad,” dijo un viajero,
“Es una roca, una poderosa fortaleza;
con frecuencia he ido a ella,
incluso a su más alta torre,
desde la cual el mundo parece negro.”
“La Verdad,” dijo un viajero,
“es un hálito, un soplo,
una sombra, un fantasma;
por mucho la he perseguido,
pero jamás he tocado
la orilla de su manto.”
Y yo le creí al segundo viajero;
pues la verdad era para mí
un hálito, un soplo,
una sombra, un fantasma,
y jamás he tocado
la orilla de su manto.


Stephen Crane. Novelista y poeta estadounidense, uno de los primeros exponentes del estilo naturalista. Crane nació el 1 de noviembre de 1871, en Newark (Nueva Jersey), y estudió en las universidades de Lafayette y Syracuse. En 1890, se marchó a Nueva York para trabajar por su cuenta como reportero de los barrios bajos, trabajo que junto a su pobreza le proporcionaría material para su primera novela, Maggie, una chica de la calle (1893). La novela, que hubo de publicar a su costa con el seudónimo de Johnston Smith, mereció los elogios de los escritores Hamlin Garland y William Dean Howells, pero no tuvo éxito. En cambio, la siguiente, La roja insignia del valor (1895), fue reconocida internacionalmente como un estudio psicológico, realista y profundo de un soldado joven en la Guerra Civil estadounidense. A pesar de que nunca vivió experiencias militares, la descripción de las duras pruebas de combate que revelaba en su obra indujo a varios periodistas estadounidenses y extranjeros a contratarle como corresponsal en las guerras entre Grecia y Turquía (1897) y España y Estados Unidos (1898). En 1896, el barco en el que acompañaba a una expedición de Estados Unidos a Cuba naufragó, desastre que le hizo pasar tales privaciones que le ocasionaron una tuberculosis, experiencias que narra en el libro de cuentos El barco abierto y otros relatos (1898). En 1897, se estableció en Inglaterra donde hizo amistad con los escritores Joseph Conrad y Henry James. Las descripciones naturalistas de Crane son pesimistas y brutales, pero la crudeza de su realismo está mitigada por el encanto poético y la franqueza de los personajes. Crane también fue un innovador de las técnicas poéticas. Sus dos libros de poesía, Los jinetes negros y otros versos (1895) y La guerra es amable y otros poemas (1899), son ejemplos pioneros e importantes de verso libre e influyó en poetas Imaginistas como Amy Lowell. Otras obras son Servicio activo (1899), Relatos de Whilomville (1900) y Heridas en la lluvia (1900). En 1954 se publicó su correspondencia. Escribió un total de doce libros antes de morir, a los 28 años, el 5 de junio de 1900, en Badenweiler (Alemania).

El cuervo, Edgar Allan Poe

El cuervo, Edgar Allan Poe

Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
"Es -dije musitando- un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más."
¡Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.

Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
llenábame de fantásticos terrores
jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
"Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más."

Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
"Señor -dije- o señora, en verdad vuestro perdón imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía."
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.

Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: "¿Leonora?"
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: "¡Leonora!"
Apenas esto fue, y nada más.

Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
"Ciertamente -me dije-, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio."
¡Es el viento, y nada más!

De un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.

Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
"Aun con tu cresta cercenada y mocha -le dije-.
no serás un cobarde.
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!"
Y el Cuervo dijo: "Nunca más."

Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: "Nunca más."

Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
las palabras pronunció, como virtiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
"Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas."
Y entonces dijo el pájaro: "Nunca más."

Sobrecogido al romper el silencio
tan idóneas palabras,
"sin duda -pensé-, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de "Nunca, nunca más."

Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir graznando: "Nunca más,"

En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!

Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
"¡Miserable -dije-, tu Dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!"
Y el Cuervo dijo: "Nunca más."

"¡Profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!"
Y el cuervo dijo: "Nunca más."

"¡Profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles Leonora!"
Y el cuervo dijo: "Nunca más."

"¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! -le grité presuntuoso.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: Nunca más."

Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,

no podrá liberarse. ¡Nunca más!

Hastío de un casado al tercer día, Francisco de Quevedo

[HASTÍO DE UN CASADO AL TERCERO DÍA]

Antiyer nos casamos; hoy querría,
doña Pérez, saber ciertas verdades:
decidme, ¿cuánto número de edades
enfunda el Matrimonio en sólo un día?
Un antiyer soltero ser solía,
y hoy casado, un sin fin de Navidades
han puesto dos marchitas voluntades
y más de mil antaños en la mía.
Esto de ser marido un año arreo,
aun a los azacanes empalaga;
todo lo cotidiano es mucho, y feo.
Mujer que dura un mes se vuelve plaga;
aun con los diablos fue dichoso Orfeo,
pues perdió la mujer que tuvo en paga.

Francisco de Quevedo

El puente, José Watanabe


EL PUENTE, José Watanabe (Perú, Laredo, 1945- Lima, 2007)

Las columnas herrumbradas por el aire delgado
de la altura
suben desde las pendientes de la quebrada y sostienen con
    gruesos remaches
los travesaños de hierro.
Hay miles de remaches en la estructura del puente
pero en el centro hay uno solo fijando el encuentro
de todas las fuerzas, uno solo, insospechado y firme,
    evitando que el mundo se venga abajo.
Aquí alguna vez un hombre se sentó a horcajadas, hercúleo,
             sobre el abismo
y selló el remache decisivo, acero al rojo y con esquirlas.
Imagina la acción tensa y peligrosa de su brazo
golpeando acompasado
como si nos transmitiera serenamente un mensaje:
          nadie asegura el mundo en su contra.
El remache
permite el paso del tren de los metales y del tren de los migrantes.
y el paso contrario de los que vamos a mirar sus paisajes y
     cortamontes.
Y mientras cruzas el puente y miras aterrado el vacío del
     desfiladero
siente el interminable poder de ese hombre,
pero imagínalo después caminando como cualquiera,
     sin alardes,
hacia los viejos campamentos desmontados
donde durmió sobre un pellejo su sincero cansancio.


Puentes de alma calada, Juan Meneguín

Puentes de alma calada, Juan Meneguín (Argentina, Entre Ríos, Concordia, 1958)

Busco algunos puentes que ya no existen,
de piedra y de madera, puentes de fierro.
Grandes naves quietas en la espesura de los montes
mientras abajo corren las aguas frías.
Busco algunos caminos que los años perdieron en mapas amarillentos.
Caminos sepultados por las arenas y luego por los pastizales
a donde volverían cérvidos de altas cornamentas.
En sueños veo aquellos arenales
surcados por arroyos de aguas claras y verdes
y remolinos de peces en los remolinos.

: Verano 1971

Veo puentes de hierro ferrocarrilero sobre un monte en brumas.
Veo la noche en aquellos puentes atravesados por el claro de luna.
Veo un puente rojo que una tormenta de tarariras y sarandices
descalzó una noche y cayó finalmente
descabezando un camino que nadie usaba ya
porque era un camino sin cereales y sin camiones.
Los pilares hundidos en las arenas, los arbotantes
enterrados en una espesura de campanillas y enredaderas sin nombre.
Pero veo también un puente de madera, un puente hermosamente vacío
y colgado del cielo por obenques de repollitos de agua
y abajo y adentro un agua con sabor a cedrón y carqueja,
un agua de berros y culantrillos entre las piedras,
cuando de solera y capelina, una recién casada
sale del frío de lo verde y ríe con el algodón mojado transparente
que copia la levitación de sus pechos,
y entre las vigas de quebracho de un puente de madera
alguna vez tuve doce años, y con un mediomundo
me sumergí en la sombra de un remolino
habitado por sabalitos y chanchitas, dientudos y mojarras,
ardiendo por culpa del verano y el sol de las primeras eróticas.

: Invierno 1941

Puentes de alma calada, rendidos ante una tormenta subfluvial,
una noche en que desaparecía un ejército de zapadores
bajo las olas turbias de las grandes crecientes,
ahogados soldaditos por el peso de los fusiles, mochilas, campamentos,
mientras arriba cruzaba un último carguero,
ciego entre relámpagos, hipoacúsico en el espanto,
como un redoble de tambores en doble fila sobre los rieles,
la síncopa de sus pistones empujando un cronómetro lejano.

¿Dónde quedan esas imágenes? ¿Quién
registró la lenta historia de aquellos puentes entrerrianos?
¿En qué oficinas con fantasmas siguen muriendo
reglas de cálculo y medidas inglesas
para aquellas ingenierías sin sistema métrico decimal
en cuyas crónicas de planos cruzaban los convoyes de áridos?
Sobre ondas de trigales, bajo el viento y la llovizna
pasaban las últimas locomotoras
y entraban a los puentes perdidos en tajamares y lagunas,
porque hubieron puentes sin doseles ni barandas
para que los cormoranes de agua dulce,
y desde un lento mirador de fierros con remaches,
escrutaran mejor el fondo de las aguas verdes.

: Otoño 1983

Pero un puente blanco cruza sobre buques contenedores
y el río se detiene en camalotes.
Amanece y hay niebla allá abajo, y entre la niebla
viejas embarcaciones buscan una isla, y un amarradero.
El río es un viajero silencioso cuando se va en la niebla;
los sauces en la orilla son filigranas de niebla,
los sarandíses en la orilla son las ramas y las hojas de la niebla
y hay culebras en los grandes camalotes,
hay una garza de ojos colorados que mira
y el río apenas marcha con sus barcos extranjeros
mientras un lento carguero, allá arriba,
cruza como levitando por un monte de olores al rocío.
Y es una fina escarcha de verdes traslúcidos, la mañana.

: Primavera 2009

Tres motocicletas cruzan un puente blanco:
las máquinas quietas como en paradoja cuántica,
porque cuando hay un arroyo de aguas oscuras

siempre es un puente blanco lo que viaja, y cruza.

Grupo Literario Tardes de la Biblioteca Sarmiento. Más de medio siglo en poesía

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