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Sitio del Grupo Literario Tardes de la Biblioteca Sarmiento y su actividad cultural, desde el 1 de mayo de 2008 en la web. Manteniendo vivo el legado Oscar Guiñazú Álvarez, para que no se pierda su obra y continúe en el tiempo.Apuntamos a la continuidad como el mejor homenaje a Don Oscar y su obra para que sea algo indeleble a través de los años.Realizamos el encuentro de poetas mas antiguo del mundo, cada año, desde 1962 en forma ininterrumpida nos encontramos en poesía y amistad en Villa Dolores, Traslasierra, Córdoba, Argentina. Todos los jueves llevamos a cabo el tradicional Café Literario, un lugar de encuentro para escritores y lectores. Oscar Guiñazú Álvarez nos dejó en 1996. Y como la institución era él, a quienes quedamos nos costó mantener el fuego. Hoy el Grupo Literario Tardes de la Biblioteca Sarmiento trabaja intensamente por la cultura. Quienes hemos heredado aquella antorcha, tenemos el honor y el desafío de hacer que su fuego siga brillando.





Y si fue una siesta, Cristina Duje



y si fue una siesta

una de abril

los pájaros perdidos

de mi alma

recorrían el monte..

a ti te recorrían

con dedos de misterio

aprendi el amor

aprendi a dejarte partir

en las barcas lejanas

de tus mares

de tus ojos

de tu boca.



y no fue fugaz el beso

fuimos el todo

el universo

la totalidad de ser

dos amantes.



Cristina Duje

Un verano tardío entró por la ventana, Beatriz Tombeur


Un verano tardío entró por la ventana.
Los pájaros cantaron alborozados y
los brotes renacieron.
Abril ya no es el abril de otrora.
Camine las horas del día silente y tibio.
La sierra aterciopelada, vestía a la tarde de violeta.
El domingo vio agonizar a la noche sin estrellas.

Beatriz Tombeur

Santo Domingo, Carmen Iris de León


SANTO DOMINGO

¡Qué tiempos aquellos!. Siglo XX, fines de la década del cuarenta..... Pueblo de portales abiertos, zaguanes frescos, canceles vestidas de fiesta y una niñez despreocupada, que jugaba en la calle con la misma seguridad que en el patio de su casa.
Villa Dolores se extendía en el valle con aires de ciudad. Las calles principales lucían un barniz de asfalto y la plaza central mostraba orgullosa: palmeras africanas, una importante fuente luminosa y naranjos plantados alrededor, cuyos azahares daban el toque romántico e inolvidable de la primavera.
Recuerdo que en verano, los chicos de la cuadra solíamos sentarnos en el cordón de la acera. Después que el comercio cerraba, la calle era toda nuestra. Los relatos subyugantes sobre historias de personajes del lugar, mantenían nuestra atención por horas, hasta que nos llamaban a dormir.
La luz del alumbrado público, pendía en el centro geométrico de las tres esquinas visibles y la plaza se replegaba sobre sí misma, para darle amplitud a las calles que la rodeaban. De pronto: -¡Ahí viene!- gritaba alguno del grupo .Un silbato atravesaba el aire transparente. Todos sabíamos que ese sonido provenía de los labios de un personaje por el que sentíamos una mezcla delirante de admiración y temor. Asustados, corríamos a guarecernos en el zaguán más cercano de la casa de algún vecino. En esa época todas las puertas de calle estaban abiertas y tras un breve pasillo, se cerraba a los visitantes la llamada cancel, con vidrios y cortinas tejidas a mano, en los que la dueña de casa demostraba sus habilidades en hilo macramé.
Los niños nos escondíamos detrás de esa puerta, y hacíamos a un lado el pesado cortinado, antes de que nos dijeran:
__ ¡Cuidado con el visillo!__,... y mirábamos la calle.
Desde allí observábamos entre asustados y expectantes.
Los más grandes, eran más atrevidos, ellos salían hasta la vereda.
De pronto aparecía. Él, Santo Domingo, un hombre de estatura mediana, vestido con ropa un poco grande para su talla. Zapatos chaplinescos, que hacía sonar en los talones cuando se ponía firme, y con la mano en la frente, mostraba el saludo militar.
Nosotros abríamos los ojos asombrados, y los que estaban en la calle aplaudían a rabiar, entonces empezaban las piruetas, los saltos, en gran despliegue de agilidad corporal. El espectáculo, nos hacía olvidar el temor. Después de momentos de incertidumbre, uno a uno, íbamos saliendo de nuestros refugios, y ya lejos de todo tipo de preocupación hacíamos un gran círculo alrededor del improvisado artista. ¡Qué emoción! , tratábamos de ver cuán cerca de él podíamos llegar.
Repentinamente, se quedaba quieto, sin movimiento, transformado en estatua. El aire hacía un remanso a su alrededor y se abría un paréntesis de misterio. Ni un sólo movimiento delataba al ágil contorsionista. Poco a poco el círculo de espectadores se iba cerrando hasta que algún chiquillo inoportuno osaba tocarlo……, entonces la escultura humana repentinamente cobraba vida y, con gestos de ogro malhumorado, ponía en fuga a toda la concurrencia. La calle quedaba vacía. Sólo Santo Domingo continuaba con su andar rítmico, brincando con saltitos de tanto en tanto, porque sabía que lo seguían observando detrás de las puertas entreabiertas.
La oscuridad se tragaba a ese muchacho del que poco sabíamos, llenándolo de misterio. Decían que su madre vivía en Buenos aires...que una vez vino a buscarlo; pero él no se quiso ir,...que tenía un hermano.... De pequeño lo crió un tal Sombra que era empleado municipal. La bebida fue minando su vida...quizás también, alguna pelea callejera... Dos veces entró herido gravemente en el Hospital. Le gustaban las carreras de caballos a las que asistía en San Pedro. En sus buenos momentos ayudaba en la policía local haciendo pequeños mandados, preparaba el mate cocido y barría la vereda. Le regalaron un cajoncito para lustrar zapatos, y desde entonces fue su hogar la gran casona de la avenida Centenario, luego San Martín.
Cuentan que en cierta ocasión se paró a unas cuadras del puente que une Villa Dolores con San Pedro y comportándose como agente de tránsito, no dejó pasar un camión. El conductor era foráneo, y tuvieron que intervenir los vecinos llamando a la policía para que lo hicieran desistir de esta actitud. Así se suman anécdotas en su historial, que lo hacen un personaje especial en el medio.
Félix Olmedo, Santo Domingo (¿Quizás porque para él todos los días eran de fiesta?) Los niños...una historia... y la luz de la esquina Sarmiento y Felipe Erdmann que bailoteaba solitaria como la de un escenario desierto, al jugar con las sombras del Banco Nación y las palmeras de la plaza Mitre.
El espectáculo había terminado, pero la llama que latía en cada uno de los corazoncitos presentes, mágicamente, había sido reavivada con el candor, la inocencia, y ese pequeño destello de locura que nos hace falta en el presente, para emprender la ardua tarea del cotidiano vivir.

Carmen Iris de León

Postales de Villa Dolores, Celia Inés López


POSTALES DE VILLA DOLORES



mi ciudad de la infancia,

de la rayuela, y del pisa pisuela,

del anillito te doy, no te doy nada,

de la mancha venenosa y las estatuas

de muñecas y bicicletas parchadas

en Don Palmero o en Don Ammann

de las pistas de tierra , con autitos

armados con masilla y ruedas de penicilina;

de los barriletes más voladores que jamás

se hayan visto en nuestro cielo

hechos de diario, cañas y engrudo

y también de papeles coloridos

comprados en Decara;

de carnavales en la vereda con los chicos del barrio

de pomos y baldazos por sorpresa,

de La Sisebuta paseando por el centro

publicitando la Hidalgo Solá;

ciudad de las siestas obligadas

interrumpidas por Don Eduardito

en su carro y su corneta

anunciando la carga:

helados de frutilla, limón, chocolate y crema ;

ciudad de los azahares

y naranjas amargas , monedas de oro

que se escurrían como goles en arcos improvisados;

de los trenes que llegaban trayendo a los parientes

y a veces nos llevaban

con sus cargas de juguetes y recuerdos;

ciudad que esperaba a los carteros,

Romerito, El Palomo , puntuales, diligentes

con sus bicis aladas, y la cartera de cuero al viento;

ciudad de Santo Domingo jugando al vigilante

y de Camila con sus santos de yeso

de María en la iglesia , con un mar en los ojos;

ciudad de la libreta del almacenero

que te anotaba todo y te daba la yapa;

de domingos fragantes

a medialunas del Espléndido

y atrás del mostrador La Gallega

seria , con sus ojos pequeños

envolvía dulzuras para el café con leche;

ciudad donde la juventud se juntaba en El Trébol

una cita obligada, cuando no había previa,

y Mario te cantaba algún tango y recordaba

historias de amores y de encuentros secretos;

ciudad del toca toca , y de la Difusora,

del magazine

de matiné en el Ocean

y de Don Madelón en el Muni, apostado en la puerta,

y después de misa, la vueltita a la plaza

sentarse allá en la fuente

a mirar los que pasan,

de los circos con elefante y leones;

de los radioteatros en Champaquí a la siesta

cuando Nazareno Cruz

emulaba a los lobos

y el gaucho Juan Moreira

asombraba en su hombría;

del Hotel Sierras Grandes,

con Eduardo y don Waldo

recibiendo viajeros,

ciudad de Radiolandia, y de Corín Tellado

y del Gallito Soria con sus loterías,

del Tino y las campanas ,

en la quema del diablo,

de Don Castrito sirviendo la comida

y fumando su pucho

allá en el Micheletti,

ciudad del Rosario en la aurora de septiembre

celebrando a la Dolorosa

madre de nuestro pueblo,

y a la noche, los himnos ,

Semana Estudiantil

la juventud presente,

el Normal, el Sagrado, el Brizuela ,

Industrial y San Pedro;

ciudad de los Poetas en octubre

y de Don Guiñazú, con su bastón ,

el pelo cano al aire

y ojos de mirar lejos

reinventando palabras para decir

la amistad en el verso;

ciudad de la añoranza

y de límpido cielo,

la guarda el Champaquí

y la baña Los Sauces,

ciudad de los lapachos

y la Piedra Pintada

de Jhony Leiba , Paz,

y de Don Mimo Hurtado

de changarines en la estación de trenes

y de acequias y quintas

en la Calle Progreso,

de las panaderías con sus hornos a leña,

don Eliseo Suárez, en su cuadra

olorosa a rasquetas;

ciudad de serenatas

para las quinceañeras,

ciudad

de la nostalgia a la que siempre vuelven

los hijos que se fueron

y anhelan su regreso

para sentirse en casa,

de nuevo entre tus calles

que los pone al encuentro de un amigo

en la esquina

y un abrazo apretado

dispuesto a revivir

historias y recuerdos.



CELIA INÉS LÓPEZ MIRANDA

Adiós a Horacio López, Aldo Aleman Laurencich



Adiós a Horacio López



Has muerto vate amigo, y los pensiles

del jardín del Parnaso están marchitos.

Diciembre no es un mes para morirse;

debió ser en abril que es mes de trinos.



En abril los poetas y arlequines

somos propensos a soñar distinto.

La brisa suave, los dorados lises,

propician toda clase de delirios.



Tú elegiste diciembre y su molicie

con gesto ingenuo del eterno niño

que fuiste en vida. Con poemas diste

entera tu alma plena de lirismos.



Tu Villa Verso con dolor despide

este silencio de tus labios fríos.

Y hay en el aire torvas cicatrices

como extraviados versos fugitivos.



Llora Polimnia porque ya no escribes

y Erato su alegría a concebido

para rendirte honores de partícipe

en la sacra poesía del Olimpo.



Vienen a mí los versos de Manrique (°)

para llorar tu muerte, buen amigo.

Para decirte lo que nunca dije

en los varios encuentros que tuvimos.



Hermano en la palabra más sublime

urgida de azul y de infinito.

Adiós HORACIO LOPEZ, es posible

Que en tu memoria al alba cante un grillo.



Aldo Aleman Laurencich

Jesús María, Córdoba, Argentina

(°) Jorge Manrique”Nuestras vidas son los ríos/que van a/dar en la mar,/que es el morir”

Domingo de abril, Lucia Nelly Vergara

Domingo de abril

El álamo frondoso,
se puebla de golondrinas.
se estorban en las ramas.
No cesan el alborozo.

Sus pechos blancos,
resaltan entre el verde
y el gris de la calle.
Sus cantos entibian,
la mañana encapotada.

¿Preparan la partida?...

es abril… llueve…

la nostalgia me inmoviliza,
atrás de la ventana.


Lucia Nelly Vergara

Lluvia, Carmen Iris de León


LLUVIA

La lluvia cae redonda sobre un vidrio de asfalto,
los charcos ríen bajo las pisadas,
las tuyas, las mías.
Sigo tu sombra sin saber a dónde,
apurando tiempos, quebrando distancias
con esa locura interna que te contagia el agua
y deseas vivir……..vivir esféricamente
en todas direcciones,
llena de alas la calma.
Atravieso cortinas de nieblas y de lágrimas,
caminos de incertidumbre y de miedos.
Temerarios,
se arremolinan los ríos de duda,
continúo sin pausa la marcha.
Hay un hueco en el alma,
redondo de luna nueva,
redondo, redondo,
como el agua.
….sólo la lluvia.

Carmen Iris de León

Grupo Literario Tardes de la Biblioteca Sarmiento. Más de medio siglo en poesía

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