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Sitio del Grupo Literario Tardes de la Biblioteca Sarmiento y su actividad cultural, desde el 1 de mayo de 2008 en la web. Manteniendo vivo el legado Oscar Guiñazú Álvarez, para que no se pierda su obra y continúe en el tiempo.Apuntamos a la continuidad como el mejor homenaje a Don Oscar y su obra para que sea algo indeleble a través de los años.Realizamos el encuentro de poetas mas antiguo del mundo, cada año, desde 1962 en forma ininterrumpida nos encontramos en poesía y amistad en Villa Dolores, Traslasierra, Córdoba, Argentina. Todos los jueves llevamos a cabo el tradicional Café Literario, un lugar de encuentro para escritores y lectores. Oscar Guiñazú Álvarez nos dejó en 1996. Y como la institución era él, a quienes quedamos nos costó mantener el fuego. Hoy el Grupo Literario Tardes de la Biblioteca Sarmiento trabaja intensamente por la cultura. Quienes hemos heredado aquella antorcha, tenemos el honor y el desafío de hacer que su fuego siga brillando.





Puentes de alma calada, Juan Meneguín

Puentes de alma calada, Juan Meneguín (Argentina, Entre Ríos, Concordia, 1958)

Busco algunos puentes que ya no existen,
de piedra y de madera, puentes de fierro.
Grandes naves quietas en la espesura de los montes
mientras abajo corren las aguas frías.
Busco algunos caminos que los años perdieron en mapas amarillentos.
Caminos sepultados por las arenas y luego por los pastizales
a donde volverían cérvidos de altas cornamentas.
En sueños veo aquellos arenales
surcados por arroyos de aguas claras y verdes
y remolinos de peces en los remolinos.

: Verano 1971

Veo puentes de hierro ferrocarrilero sobre un monte en brumas.
Veo la noche en aquellos puentes atravesados por el claro de luna.
Veo un puente rojo que una tormenta de tarariras y sarandices
descalzó una noche y cayó finalmente
descabezando un camino que nadie usaba ya
porque era un camino sin cereales y sin camiones.
Los pilares hundidos en las arenas, los arbotantes
enterrados en una espesura de campanillas y enredaderas sin nombre.
Pero veo también un puente de madera, un puente hermosamente vacío
y colgado del cielo por obenques de repollitos de agua
y abajo y adentro un agua con sabor a cedrón y carqueja,
un agua de berros y culantrillos entre las piedras,
cuando de solera y capelina, una recién casada
sale del frío de lo verde y ríe con el algodón mojado transparente
que copia la levitación de sus pechos,
y entre las vigas de quebracho de un puente de madera
alguna vez tuve doce años, y con un mediomundo
me sumergí en la sombra de un remolino
habitado por sabalitos y chanchitas, dientudos y mojarras,
ardiendo por culpa del verano y el sol de las primeras eróticas.

: Invierno 1941

Puentes de alma calada, rendidos ante una tormenta subfluvial,
una noche en que desaparecía un ejército de zapadores
bajo las olas turbias de las grandes crecientes,
ahogados soldaditos por el peso de los fusiles, mochilas, campamentos,
mientras arriba cruzaba un último carguero,
ciego entre relámpagos, hipoacúsico en el espanto,
como un redoble de tambores en doble fila sobre los rieles,
la síncopa de sus pistones empujando un cronómetro lejano.

¿Dónde quedan esas imágenes? ¿Quién
registró la lenta historia de aquellos puentes entrerrianos?
¿En qué oficinas con fantasmas siguen muriendo
reglas de cálculo y medidas inglesas
para aquellas ingenierías sin sistema métrico decimal
en cuyas crónicas de planos cruzaban los convoyes de áridos?
Sobre ondas de trigales, bajo el viento y la llovizna
pasaban las últimas locomotoras
y entraban a los puentes perdidos en tajamares y lagunas,
porque hubieron puentes sin doseles ni barandas
para que los cormoranes de agua dulce,
y desde un lento mirador de fierros con remaches,
escrutaran mejor el fondo de las aguas verdes.

: Otoño 1983

Pero un puente blanco cruza sobre buques contenedores
y el río se detiene en camalotes.
Amanece y hay niebla allá abajo, y entre la niebla
viejas embarcaciones buscan una isla, y un amarradero.
El río es un viajero silencioso cuando se va en la niebla;
los sauces en la orilla son filigranas de niebla,
los sarandíses en la orilla son las ramas y las hojas de la niebla
y hay culebras en los grandes camalotes,
hay una garza de ojos colorados que mira
y el río apenas marcha con sus barcos extranjeros
mientras un lento carguero, allá arriba,
cruza como levitando por un monte de olores al rocío.
Y es una fina escarcha de verdes traslúcidos, la mañana.

: Primavera 2009

Tres motocicletas cruzan un puente blanco:
las máquinas quietas como en paradoja cuántica,
porque cuando hay un arroyo de aguas oscuras

siempre es un puente blanco lo que viaja, y cruza.

Osvaldo Guevara presentando el Libro de Tomás Barna. Exploraciones, Embriagueces, Extasis

El escritor Osvaldo Guevara presentó a Tomás Barna, cultor de diversos géneros literarios, traductor y viajero cosmopolita. La cita fué el viernes 23 de octubre de 2009  a las 21, en el Instituto de Cultura Inglesa Cambridge de la ciudad de Villa Dolores, y Guevara se refirió al libro de ensayos titulado “Exploración, embriaguez, éxtasis” de Tomás Barna.-
El acto estuvo organizado por el Grupo Literario Tardes de la Biblioteca Sarmiento.
Expositor de dicción impecable, cálido estilo y vigorosa expresividad, Barna se ha presentado en otras oportunidades en esta ciudad dictando conferencias y presentando obras de su auto ría.-
Este libro incluye ensayos sobre Kafka, Neruda, Rimbaud, Mallea y Lugones, ocupándose asimismo de otros autores de nuestro país, como Osvaldo Guevara.

Durante su residencia en París por 24 años cumplió una actividad cultural intensa, como difusor, periodista y estudioso de escritores y artistas del nuevo y el viejo mundo.

Son las tres, Eusebio Blasco

SON LAS TRES

Son las tres; va a venir; me ha prometido
pasar toda la tarde junto a mí;
todo la espera... el cuarto perfumado
cual árabe pensil,
entornado el balcón, la chimenea
rebosando de leña que, al crujir,
produce sones que al amor convidan;
abierto el piano; el vals en el atril,
las azucenas esparciendo aromas,
vertiendo esencia el temblador jazmín.

... ¡Qué lento pasa el tiempo! ¡Oh, lluvia grata!
Coro de besos me parece oír.
Bendita la carencia cariñosa
que nos arrulla así.
Me late el corazón. ¿Será que llega?...
La seda oigo crujir...
Y resuenan sus pasos temerosos...
se acerca... ¡ya está aquí!


Eusebio Blasco

Un puente un gran puente, José Lezama Lima

UN PUENTE, UN GRAN PUENTE, José Lezama Lima

En medio de las aguas congeladas o hirvientes,
un puente, un gran puente que no se le ve,
pero que anda sobre su propia obra manuscrita,
sobre su propia desconfianza de poderse apropiar
de las sombrillas de las mujeres embarazadas,
con el embarazo de una pregunta transportada a lomo de mula
que tiene que realizar la misión
de convertir o alargar los jardines en nichos
donde los niños prestan sus rizos a las olas,
pues las olas son tan artificíales como el bostezo de Dios,
como el juego de los dioses,
como la caracola que cubre la aldea
con una voz rodadora de dados,
de quinquenios, y de animales que pasan
por el puente con la última lámpara
de seguridad de Edison. La lámpara, felizmente,
revienta, y en el reverso de la cara del obrero,
me entretengo en colocar alfileres,
pues era uno de mis amigos más hermosos,
a quien yo en secreto envidiaba.

Un puente, un gran puente que no se le ve,
un puente que transportaba borrachos
que decían que se tenían que nutrir de cemento,
mientras el pobre cemento con alma de león,
ofrecía sus riquezas de miniaturista,
pues, sabed, los jueves, los puentes
se entretienen en pasar a los reyes destronados,
que no han podido olvidar su última partida de ajedrez,
jugada entre un lebrel de microcefalia reiterada
y una gran pared que se desmorona,
como el esqueleto de una vaca
visto a través de un tragaluz geométrico y mediterráneo.
Conducido por cifras astronómicas de hormigas
y por un camello de humo, tiene que pasar ahora el puente,
un gran tiburón de plata,
en verdad son tan sólo tres millones de hormigas
que en un gran esfuerzo que las ha herniado,
pasan el tiburón de plata, a medianoche,
por el puente, como si fuese otro rey destronado.

Un puente, un gran puente,
pero he ahí que no se le ve,
sus armaduras de color de miel, pueden ser las vísperas sicilianas
pintadas en un diminuto cartel,
pintadas también con gran estruendo del agua,
cuando todo termina en plata salada
que tenemos que recorrer a pesar de los ejércitos
hinchados y silenciosos que han sitiado la ciudad sin silencio,
porque saben que yo estoy allí,
y paseo y veo mi cabeza golpeada,
y los escuadrones inmutables exclaman:
es un tambor batiente,
perdimos la bandera favorita de mi novia,
esta noche quiero quedarme dormido agujereando las sábanas.
El gran puente el asunto de mi cabeza
y los redobles que se van acercando a mi morada,
después no sé lo que pasó, pero ahora es medianoche,
y estoy atravesando lo que mi corazón siente como un gran puente.
Pero las espaldas del gran puente no pueden oír lo que yo digo:
que yo nunca pude tener hambre,
porque desde que me quedé ciego
he puesto en el centro de mi alcoba
un gran tiburón de plata,
al que arranco minuciosamente fragmentos
que moldeo en forma de flauta
que la lluvia divierte, define y acorrala.
Pero mi nostalgia es infinita,
porque ese alimento dura una recia eternidad,
y es posible que sólo el hambre y el celo
puedan reemplazar el gran tiburón de plata,
que yo he colocado en el centro de mi alcoba.
Pero ni el hambre ni el celo ni ese animal
favorito de Lautréamont han de pasar solos y vanidosos
por el gran puente, pues los chivos de regia estirpe helénica
mostraron en la última exposición internacional
su colección de flautas, de las que todavía queda hoy un eco
en la nostálgica mañana velera, cuando el pecho de mar
abre una pequeña funda verde y repasa su muestrario
de pipas, donde se han quemado tantos murciélagos.
Las rosas carolingias crecidas al borde de una varilla irregular.
El cono de agua que las mulas enterradas en mi jardín
abren en la cuarta parte de la medianoche
que el puente quiere hacer su pertenencia exquisita.
Las manecillas de ídolos viejos, el ajenjo mezclado con el rapto
de las aves más altas, que reblandecen la parte del puente
que se apoya sobre el cemento aguado, casi medusario.

Pero ahora es necesario para salvar la cabeza
que los instrumentos metálicos puedan aturdirse espejando
el peligro de la saliva trocada en marisco barnizado
por el ácido de los besos indisculpables
que la mañana resbala a nuevo monedero.
¿Acaso el puente al girar sólo envuelve
al muérdago de mansedumbre olivacea,
o al torno de giba y violín arañado
que raspa el costado del puente goteando?
Y ni la gota matinal puede trocar
la carne rosada del memorioso molusco
en la aspillera dental del marisco barnizado.
Un gran puente, desatado puente
que acurruca las aguas hirvientes
y el sueño le embiste blanda la carne
y el extremo de lunas no esperadas suena hasta el fin las sirenas
que escurren su nueva inclinación costillera.
Un puente, un gran puente, no se le ve.
sus aguas hirvientes, congeladas,
rebotan contra la última pared defensiva
y raptan la testa y la única voz
vuelve a pasar el puente, como el rey ciego
que ignora que ha sido destronado

y muere cosido suavemente a la fidelidad nocturna.

José Lezama Lima (Cuba, La Habana, 1912-1976)

Manifiesto, Celia Inés López Miranda


Manifiesto
  

Estas alas que no se entienden con el viento
 Osvaldo Guevara

No será perdonada la osadía del vuelo
no será comprendida.
No será perdonada  la mujer que eleve
sus pies hasta el punto
donde el ocaso se vuelva amanecer
del otro lado del mundo.
No será.
Porque  es difícil entenderse 
con la gente con alas.
Ellas estorban cuando  a uno le ofrecen
sillas y   butacas
sólo están cómodas en los bancos de plaza
o al borde de la cornisa del más alto
edificio
o en la colina capital , atalaya del valle.
Para que una mujer no tenga alas
hay que cometer el desatino
de arrancárselas.
hay que matar la luz 
de su pupila
y asesinar  el canto
con que duerme a sus hijos  y
eliminar  el grito
con el que clama
para pedir justicia.
No será perdonada la mujer que tenga alas
no será.
Porque hay que animarse a ir con ella
en caída libre.
hay que entregar el aire,
los pulmones, las terrestres piernas
del temor y la duda .
Estas alas que tengo
me pesan,
me han quebrado la espalda
en la soledad profunda
donde suelo
quedarme detenida,
mis alas
son el único sustento
para seguir estando viva.

                                                                             Celia Inés López Miranda

La semilla, Lucía Vergara

La semilla

Desde la muerte,
con su cuerpo desnudo,
sus entrañas entrega,
en generoso abandono,
para retornar airosa, vital,
a su secuencia natural.
Viaja hacia la luz,
que la seduce,
y cual enigma,
como fresca doncella
se conduce.
Tímida, tierna,
con ropa nueva,
aparece triunfal.
¡Qué prodigioso despojo,
la de la simiente,
que genera la vida,
desde su vientre!

Lucia Nelly Vergara

Noche, Marta Rosa Brignolo

NOCHE

Pájaros sin nombre
destierran la agonía del beso,
viajan al continente
de la historia que no fué,
tejiendo con sus plumas
laberintos...
En la noche sin mañana
en la última noche.


Marta Rosa Brignolo

Adiós, Beatriz Tombeur

ADIOS

Va un adiós, por los húmedos andenes,
disfrazado de manos que se agitan
silenciando las voces que no gritan
y nubes que mis ojos no retienen.

Tiendo puentes de besos, que rehenes
los atrapan los vidrios que me imitan
como negros espejos ,que me quitan
tus palabras de amor que me contienen.

Fatal, llega la hora de partida,
que impiadosa, con sal, cava la herida.
Espero los milagros que no vienen

para arrojarte Amor entre mis brazos.
Y un sol frío muere en mi regazo.
Temblando tras de ti, se va mi vida…


Beatriz Tombeur (2009)

Eduardo Lalo Arguello leyendo Mulata de Jose Sosa Castillo (Ecuador)

Eduardo Lalo Arguello leyendo Mulata de Jose Sosa Castillo (Ecuador) Café Literario en Big Pancho, Villa Dolores, Traslasierra, Córdoba, Argentina Enero 2010


MULATA

Ay, mulata, si tu olvido
recobra el conocimiento,
dile que mi sentimiento
no pierde su buen sentido.

Quiero decir que, en mi ser,
estás como el primer día,
cuando te dijiste mía
y te entregué mi querer.

Mulata, sí, deben ser
los climas de tu cintura
que emborrachan mi locura
y urgen a mi padecer.

Ese mohín tan coqueto
que surgía ante mis requiebros,
te juro que lo celebro
y en su recuerdo me inquieto.

Luego, surge el frenesí
de retrotraer tu abrazo,
y, en tu singular regazo,
sembrar mi pasión por ti.

Mulata, juro que si
me recuerdas todavía,
he de recobrar el día
para que vengas a mí.

He de sacar melodías
del fondo de los turpiales,
y con cantos ancestrales
entramaré mi poesía.

A fin de que tu retorno
se amalgame con mi espera
dejaré entre tus caderas
mi tacto y por su contorno.

En fín, mulata, si tú
te decides a venir,
te entregaré el porvenir
mi amor y mi negritud.

Jose Sosa Castillo

Esmeraldas, Ecuador

Por no poder pecar en tu santuario de y por Adrián Salagre



Por no poder pecar en tu santuario de y por Adrián Salagre

Video del 47° ENCUENTRO INTERNACIONAL DE POETAS “OSCAR GUIÑAZÚ ALVAREZ” Villa Dolores – Capital de la Poesía República Argentina 10, 11 y 12 de Octubre de 2008

Testamento, Pablo Barattini Vidal (Chile)

TESTAMENTO

A mi lecho de enfermo
hacedme traer
una pluma , una hoja
un testigo de fe.
No son muchas las cosas
que os puedo dejar
pero, debo ser justo
y repartir por igual.
Si algo en la vida
pude juntar,
hoy lo desjunto
queriendo heredar
en tres partes iguales
de igual cantidad
a los tres amores
de mi soledad.
La primera me quiso
me amó sin medida
y me regaló hasta la vida
que hoy debo dejar.
La segunda...
la segunda me dio
un amor verdadero
alumbrando el sendero
de mi oscuridad.
La tercera...
la tercera es ternura,
fragilidad y cariño
y en su canto de niña
acunó mi soñar.
Es por ello que quiero
poderles dejar
tres partes iguales
de igual cantidad
a los tres amores
de mi soledad.



Pablo Barattini Vidal
(Chile)

Un canto a la mujer Esmerladeña, José Sosa Castillo



UN CANTO A LA MUJER ESMERALDEÑA

Así, para empezar, digo: no tiene
la luz, en su registro de matices,
los que emanan de ti, si en tus raíces
nacen luces inéditas y advienen

resplandores en tránsito de fiesta,
de la llama hacia el fuego de tus ojos,
y va cayendo la altivez de hinojos
a los pies de la mágica y enhiesta

silueta virginal que se apodera
de los fulgores de la sangre ardiente,
y hay un son marinero que al poniente
embriaga, y tus elásticas caderas

van convocando, a golpes de tambores,
con sus imperativos movimientos
que subyugan al vuelo en crecimiento,
al véspero sensual y a sus ardores.

De la pulpa frutal con que articulas
mariposas de dicha y de ternura,
va desgajando a besos la dulzura
sus claves increíbles con que anulas.

la pretensión de huir de tus hechizos,
de escapar del rigor de tu cintura,
del garbo embriagador de tu figura
que sujeta la tarde a su capricho,

que condiciona al mar, pues tu vaivén
no le pide favores al oleaje,
y así, desde tu talle, emprendo el viaje
a la inicial más dulce de la miel.

Mientras tanto tus brazos, a placer,
desatan un raudal de poesía,
cuando, de pronto, invade la armonía
los recónditos sitios de tu ser.

Ah, realidad irreal, tú, la risueña,
celestial y terrígena, tu aroma
lo amalgamo a mi verso en la corona
de tu orgullo ancestral, esmeraldeña.

Jose Sosa Castillo
Esmeraldas, Ecuador

Al final Carmen de León

AL FINAL

Morir por escapar
de la violencia desatada.
Morir porque tu Patria
se ha cubierto de mordazas.
Morir lejos, entre misteriosos velos.
Morir en tu casa porque nadie te guarda,
es una clara señal de pandemia fantasma.
Tiembla la tierra
revientan volcanes,
ni siquiera el asombro nos pone en guarda.
El oro ciega al hombre,
el poder lo abarca.
Pobres niños nuestros
el mundo ha perdido su ángel.


Carmen Iris (de” Los umbrales del tiempo” 2006)

Mi pena, Beatriz Tombeur

MI PENA

Tengo una pena en el alma
Celosamente guardada.
A veces, crece, se agranda
Y nubla toda esperanza.
Es mía, yo la custodio
Para no perder la calma.
Mucho nos conocemos…
Ella y yo somos hermanas.
La llevo como un tesoro.
La niego cuando sonrío
Y a solas, la lavo, a veces
Con agua de mis dos ríos.-

Beatriz Tombeur


Una vez amé... Adrián Salagre

'' Una vez amé
y amé de verdad,
con tanto amor
que desnudé mi alma.
Hasta sangrar emociones
inimaginables,
donde deposité
lo más genuino
de mi piel.''

Adrián Salagre

De Diario de Viaje. Zahir

Soneto amoroso definiendo el amor, Francisco de Quevedo

Soneto amoroso definiendo el amor

Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde, con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero parasismo;
enfermedad que crece si es curada.

Este es el niño Amor, éste es su abismo.
¡Mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario a sí mismo!


FRANCISCO DE QUEVEDO

Marta Cristina Ramallo (Salsipuedes, Córdoba, Argentina)

Marta Cristina Ramallo (Salsipuedes, Córdoba, Argentina)

Video del 47° ENCUENTRO INTERNACIONAL DE POETAS “OSCAR GUIÑAZÚ ALVAREZ” Villa Dolores – Capital de la Poesía República Argentina 10, 11 y 12 de Octubre de 2008

La basura, Jorge Calvetti

LA BASURA

Yo saco la basura a la calle
envuelta con papel y cuidado.
Quedan allí mezcladas, las sobras de la vida,
cáscaras del tiempo y recortes del alma.
Las dejo en la vereda con tristeza
porque son restos de fruta, de comida
y de literatura
con las cuales,
uno jugó a vivir o se creyó existente.
Y también porque también, acaso, sin nosotros saberlo,
alguien nos haya envuelto
con papeles de cielo, con nubes de cuidado
y estamos a la orilla del universo
y nadie nos despide.
Por eso,
yo saco la basura, la dejo en la vereda,
y le digo adiós.


 Jorge Calvetti

Memorias del camino, Oscar Guiñazu Alvarez

MEMORIA DEL CAMINO

Retomar el camino
con destino de costa y mar inmenso
por escogido rumbo...
Sobre la tarde andada, dos viajeros
uno al lado del otro
dejando una distancia a las espaldas
y un «sólo›› de montañas agresivas.
Al frente el recorrido
con sus postreros tramos en suspenso
(Hablando entrecortados
con acento de orales mariposas
reveladoras de nacientes nexos
inesperados hasta entonces...)
                                                       Luego
la ternura del viaje... Un horizonte
descubridor del sueño inesperado
y el mapa visceral de una promesa.
«Allá veremos... ››
Se dirían acaso,
cada cual de su parte.
Un tenue sortilegio con azules
caminados de prisa,
como intuitivo brote subyacente
que levanta la mano
hacia la ansiada fruta.


Oscar Guiñazu Alvarez
De Ven a decir tu luz *** Torrentes infinitos
Vestal Ediciones
Directora Susana Lobo
Río Ceballos, Córdoba, Argentina (1999)

Al despertar, Alejandro Nicotra

AL DESPERTAR

...Esos pies en la sombra,
su susurro de poemas no escritos,
ya son los mismos que los de la lluvia

o el sur, astro de hojas:
ahí los tienes. --Y no importa cuáles
pueblan de adioses tus mañanas.

Alejandro Nicotra
De Poesía (1976-1973)
Alción Editora (1994)

Miguel Ortíz leyendo su Poema Mabel



Miguel Ortíz leyendo su Poema Mabel

Video del 47° ENCUENTRO INTERNACIONAL DE POETAS “OSCAR GUIÑAZÚ ALVAREZ” Villa Dolores – Capital de la Poesía República Argentina 10, 11 y 12 de Octubre de 2008

Al final, Carmen de León

AL FINAL

Morir por escapar
de la violencia desatada.
Morir porque tu Patria
se ha cubierto de mordazas.
Morir lejos, entre misteriosos velos.
Morir en tu casa porque nadie te guarda,
es una clara señal de pandemia fantasma.
Tiembla la tierra
revientan volcanes,
ni siquiera el asombro nos pone en guarda.
El oro ciega al hombre,
el poder lo abarca.
Pobres niños nuestros
el mundo ha perdido su ángel.

Carmen Iris De León

(de” Los umbrales del tiempo” 2006)

La noche de Tilcara, Pablo Barattini Vidal

LA NOCHE DE TILCARA

¿Recuerdas Sue la noche de Tilcara?
los poetas transitando
caminos de palabras
y nosotros,
nosotros abrazados
bajábamos al río
custodiado por adobes,
farolas y penumbras
y calles empedradas.
La Luna por testigo
el silencio y la montaña
la quebrada fue más honda
esa noche de Tilcara.
¿Recuerdas Sue?
El Pucará
y sus ojos de piedra
hurgando en la noche
los rayos del alba,
y la sombra sin sombra
de la Pachamama.
¿Recuerdas?
tu corazón y el mío
latiendo al compás
de música de cajas,
de charangos de quenas,
de bombos y de tarcas.
El destello de la Luna
iluminaba tu mirada
y en ella reflejada
el fondo de tu alma
¡Nada se puede comparar!
ni la más hermosa Luna,
ni la estrella más más lejana
ni la prístina vertiente
tiene la belleza
y el candor de tu mirada,
¿Recuerdas Sue?
La Peña de Carlitos
la esquina de la plaza,
la sombra del ombú
por la Luna dibujada
y tu,
y tu ceñida a mi
esa noche de Tilcara.


Pablo Barattini Vidal (Chile)

Grupo Literario Tardes de la Biblioteca Sarmiento. Más de medio siglo en poesía

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