Había practicado desempolvar los ojos
para ubicar la huella de tus pasos
apenas traspusiera
el badén del regreso
la lágrima sabía de memoria
que debía acurrucarse ante tanto misterio
para que no sintieras
la comezón del beso clavado en las antenas.
El gorrión circunspecto
mimetizó su terráquea estatura
y derrumbó el inquieto parpadeo del aire
detrás de las columnas
que sostiene la lluvia
todo estaba preparado para que no doliera
ni el ardor del camino
ni la llaga en el labio
todo estaba pensando para no darnos cuenta
de la fugacidad del arabesco
todo estaba previsto
menos que no vinieras.
Horacio B. Goslino, Bahía Blanca, Buenos Aires.