TENGO EL DIARIO EN LA MANO...Oscar Guiñazú Álvarez
Tengo el diario en la mano
y repercute en asco la noticia.
La edición corresponde a hoy. (La fecha
más bien pudo haber sido
de comienzos del siglo diecinueve.)
Pero no...
Es de hoy...
Dice bien claro. Viernes...
Es doce de febrero..
Mil novecientos
sesenta y cinco...
La fecha dicta sombras angustiadas
y un vuelo de repudios se levanta.
Grava un peso salobre,
mis párpados lectores...
Tengo el diario en la mano;
leo los claros tipos...
Escrito con mayúsculas
un epígrafe grueso informativo
relatando: CASTIGO POLICIAL.
Tengo el diario en la mano
y es para no creerlo.
No es largo el comentario
de los ciento setenta muchachos escolares.
Está fechada en Selma la noticia
(la ciudad de Alabama);
pero se trata de escolares negros...
El diario dice claro
que el enérgico sheriff
se llama James Clark;
lo imagino calzando dos pistolas
y una carga de rabias ancestrales,
por cierto con la estrella de metal sobre el pecho
no una estrella venida de remota galaxia
sino una mala estrella.
Tengo el diario en la mano.
La noticia la da una agencia seria
y la difunde un matutino.
Estoy seguro de esto que repito
no se trata de un chisme panfietario
ni mal intencionado
que distorsiona la verdad.
Pero eso no me resulta suficiente y sigo
absorto en la lectura
que resisto a creer.
Tengo el diario en la mano
y me detengo un tanto donde dice
son escolares negros obligados
a correr por kilómetros de campo.
El sheriff y los suyos se han armado
de porras y bastones
que funcionan a pilas
(picanas para vacas).
Los escolares negros concentrados
frente al palacio de justicia, sólo
realizaban su marcha de silencio
con sobrada razón. ¿No es legítimo
peticionar, acaso?...
Reclamaban idénticos derechos
para blancos y negros
para negros y blancos.
Tengo el diario en la mano;
en las arrugas de mis sienes, fiebre;
y en lo más hondo de mi ser, dolor...
Porque me duele que esto sea cierto.
Muchachos y muchachas
en actitud de súplica
hasta el momento mismo
en que el odio racial desorbitado
se desbordó con una voz de mando
del que detenta el látigo
brotando nauseabunda la pregunta:
¿No queríais, recién, hacer la marcha?
Pues ahora marchad, marchad ahora.
Y sus agentes cumpliendo la consigna
de la inhumana caza, recogiendo
gritos y odios y pánicos y sangres
en un rumbo de glebas y corridas.
Mientras la intransferible
realidad traducía:
¡corred, corred, con el color a cuestas!
¡corred, corred, con la protesta a cuestas!
corred, corred, con la injusticia a cuestas!
Tengo el diario en la mano
y claro el panorama de lo que acabo de leer. Lo juro.
Entendí bien aquello:
Una niña sangrando rezagada
recibe la picana en pleno rostro;
un muchacho gritando la injusticia
y llorando el dolor de un bastonazo;
y más allá bañado en roja tinta
el pie descalzo de otro niño negro.
Tengo el diario en la mano.
Concluyo la lectura...
Tengo el diario en la mano...
Resulta inadmisible...
Tengo el diario en la mano...
Sin embargo...
Se me ha caído el diario de la mano.
Oscar Guiñazú Álvarez