Mi padre hacía el vino, y lo bebía,
porque algún gesto de justicia
guarda el mundo.
Mi padre hacía el vino, y sonreía,
con su gorra de sudar, y su porfía
de vides y de abejas en estío,
y de tachos rebosantes de racimos.
El venía de la viña
y su cigarro
era la pausa de los soles del día.
Mi padre era sus llagas en las manos
aunque en el alma había callos que dolían.
Mi padre era canción entre las viñas
y era un verano de lagar que florecía
Y era el mosto fermentado de las cepas
o las botellas como el pan de cada día.
Mi padre abría el vino al mediodía
porque era sangre para seguir la vida.
Y era un pueblo con el pecho de grafa,
con besos estivales de vendimia,
y una esperanza de barriles y alegría,
y un nuevo vino para alumbrar la noche
para soñar que los sueños llegarían.
Mi padre hacía el vino, y lo bebía,
porque algún gesto de justicia
tiene el mundo.
Miguel Ortiz
Mayo de 2010