“Se fue una tarde de sol alegando a los gritos que ya nadie lo quería. Con una mano levantó su vehículo y se lo puso al hombro. Con la otra arrastraba una bolsa con sus pertenencias. Los mocos y las lágrimas caían por su cara.
Continuaba gritando que nadie lo quería. Había dejado como último testimonio un jarrón roto y una colcha sucia con barro.
Cuando llegó hasta la puerta, se dio vuelta para ver a su amor por última vez. No soportó la despedida. Tiró el triciclo a un costado y corrió hasta los brazos de su madre que lo esperaba risueña con un “Te pareces tanto a tu padre”.”