y por lo que me queda
Don Segundo y Doña Clara
me enseñaron a soñar
y soñando corrí mundos
mastiqué dolores
y continúo buscando palabras
en el vacío
dejado por otros.
Y si nadie me enseñó
lo que no sé: cómo abriré las puertas
de lo verde
del silencio
de la música
de la madera
del concierto que cada mañana
abre las ventanas de lo irremediable.
Rafael Horacio López