quitarme esta camisa raída de tristeza
inexplicable, ya lo sé,
pero qué se hace para instalar
un sol en mi ventana
si hay tanta vida
que se muere de espanto,
tanta inocencia perdiéndose en la calle,
tanto dolor esdrújulo en la tierra,
en la cartera.
Hoy quisiera ser feliz sin recovecos,
sin óxidos bostezar despreocupada,
recuperar mi risa y mi sonrisa,
y sacudir mis células
desde el occipital hasta el tobillo,
sólo por ver si regresa
la costumbre y el gesto
de enhebrar las palabras
para abrirle las puertas al poema;
ser feliz hoy quisiera,
en este otoño último del siglo
mientras crece
en el castaño.
Rosa Arias