Fotografias del Café Literario del Jueves 11 de Mayo de 2009, en Big Pancho, Sarmiento 269, Villa Dolores, Capital de la Poesía, Traslasierra, Córdoba, Argentina. Cuyo tema fue LAS NUBES y coordino la velada GABRIELA BAYARRI. Ilustrando el encuentro fotografías de Leonor Bellón.
A Mabel Gabutti, Miguel Ortiz, María Chapp, Maximiliano Joffre, Laura López y Cristina Ramallo.
Andaba por el austro del planeta
con mi canción errante y mis tambores
tropicales, mis climas, mis clamores
ardientes cual asombros de poeta.
Llevaba en mi equipaje y en mis labios
un torrencial vagaje de ilusiones
para regar senderos, floraciones,
con lluvia de mis versos solidarios.
Llegué a Villa Dolores traspasando
el colosal, solemne, riguroso,
corrugado semblante de la Sierra.
Quiero decir, y digo, que llegué
al abrazo fraterno
del abrigado Valle Traslasierra,
para expresar mis sueños,
para dejar que vuelen mis ensueños
y enarbolar mi amor como testigo
contra el signo fatal,
contra la desmemoria,
contra la adversidad,
contra el olvido.
Luego detuve el vuelo de mi erranza
en la ciudad de Córdova, la hermosa,
en su Alma Mater de trayecto y glorias,
la de grandes jornadas de reformas,
la de genio insumiso, la de historia
rebelde y bienhechora, la de arenga
vigente, persuasiva e inmortal.
Viajaba por el Sur del Continente
Americano, mágico, real,
irrevocable, indígena, irredento,
mestizo, afrolatino, proverbial,
vanguardista, volcánico, vital.
seguir hasta llegar a Buenos Aires,
perderme por sus calles y, al desgaire,
pintar mi ruta sobre algún anhelo.
Inicié por Palermo y sus recodos
de profunda y de fresca algaravía,
de sombras recoletas compartidas,
de mates y tertulias,
de vino y de “Nostalgia”
con azules y tersas melodías.
La tarde andaba al borde de la noche
cuando por fin llegué a La Costanera,
al aroma del tinto
en las altas terrazas enigmáticas
de la Cafetería del Club de Pesca,
y al minuto irreal, indescriptible
del placentero Río de la Plata
que diluía del sol
los últimos y tenues resplandores,
al tiempo que fluía y que jugaba
con las luces rielando entre sus aguas,
en ese claroscuro de postal.
Y el día con paso lento cual noctívago
penetraba al dominio de las sombras.
Mientras tanto la luz y sus oleajes
inundaban las calles, confluían
como ríos tributarios
a raudales mayores
sobre las avenidas tumultuosas
que derrochaban gentes, ciudadanos
que volvían a pasar y a repasar
arrastrados de cierto por la prisa
y el incesante caos vehicular.
Largo era el deambular por varios rumbos
cuando llegué al torrente iluminado
de la Nueve de Julio,
y me aposté de frente
al cívico y simbólico Obelisco,
erguida aspiración
por donde la ciudad se asoma al cielo.
caminé por Corrientes,
“la calle singular que nunca duerme”,
y en el “Bar de la Paz”
compartí los aromas
de otro café entrañable
y otro tinto cordial y espirituoso.
Para entonces, muy cierto, lo declaro,
andaba con “María de Buenos Aires”
caminaba hermanado con Piazzolla
por el Teatro Cervantes,
por la Plaza de Mayo,
por la Calle Defensa, por San Telmo,
cuajados de lugares
hermosamente insólitos e ingrávidos
grabados para siempre en lo fantástico,
por siempre en lo increíble radicados.
El tango y las milongas al unísono,
en feliz amalgama
de versos y de acordes y arrabales
me llevaron al barrio de La Boca,
al génesis porteño, a la matriz
viva y tradicional de la metrópoli.
Y estuve fervoroso en “Caminito”,
y me entretuve en “Niebla del Riachuelo”,
recordando a Gardel y a Julio Sosa,
los señores del tango.
llegó sin que pudiera detenerlo,
pertinaz el momento de partida,
y una tarde de Octubre
hice flamear recuerdos y pañuelos,
y con nuevas canciones
hechas de sentimiento y desconsuelo,
cantando “Por la vuelta”
me marché por la vida,
llevándome en el alma tu presencia,
tu primordial relámpago, tu estrella,
mientras mi corazón dejó su huella,
palpitando en los pasos de mi ausencia,
marcando territorio,
ciudad de mi embeleso,
“Buenos Aires querido”
con notas de “Volver” en mis oídos,
te dejo, hasta el retorno,
un abrazo total, estremecido.
Octubre 19 del 2008
José Sosa Castillo, Esmeraldas, Ecuador