San Telmo prolongaba sus últimos bostezos
cuando, estallando en una loca vocinglería,
todo el sol de domingo como un mago vestía
la cosmópolis breve, de risas y de rezos.
Tanto efímero encanto se abría a los excesos
igual a un abanico de ilusa pedrería.
Y surgiste ante mí, viviente fantasía,
llenando sol y plaza de suspiros y besos.
Y estabas sola allí... estabas sola. Fatua
visión, estereotipo. Tal vez sólo una estatua
con vida, o una reina de finos alabastros.
Me miraste y soñé, desde lo más profundo,
con tu alma que estaba muy lejos de este mundo
rozando con la mía el fulgor de los astros.
1997. Gerado Molina, Los Cerrillos, Canelones, Uruguay.