48º ENCUENTRO INTERNACIONAL DE POETAS
“OSCAR GUIÑAZÚ ÁLVAREZ”
Villa Dolores (Córdoba)
Capital de la Poesía
Charla – debate:
“La sumisión a la palabra en la poética guevarista”
Prof. Jorge Enrique Hadandoniou
Sábado 10 de octubre de 2009
19.00 hs.
San Pedro
La poesía es tanto vida como palabra. O viceversa. Altura que desprende bendiciones eufóricas o socavón donde se descubren enconos irredentos.
Vida y palabra se disputan su dominio por hacerse poesía. Y cada vez que se dignifican, se transforman en ella.
La vulgaridad se reconoce de un plumazo; un gesto basta para descubrirla. Hay gritos que en metáfora devienen y los ruidos sordos de la calle impiden cualquier lectura.[1] Osvaldo Guevara, “No madrigal”, “Poemas en verso y prosa” (inventario de una obra completa inconclusa)” Ed. De la Fundación Universidad Nacional de Río Cuarto, 1997, pág. 223
No es dable esperar que el auditorio se complazca ni que los semas del referente tengan las mismas connotaciones que tuvieran otrora, pero hogaño cantan las rimas de antaño para poder justificar la hipótesis propuesta.
[1] Osvaldo Guevara, “No madrigal”, “Poemas en verso y prosa” (inventario de una obra completa inconclusa)” Ed. De la Fundación Universidad Nacional de Río Cuarto, 1997, pág. 223
“Comandante: entre verdes te tumbaron la sombra
pero tu luz, cantando, trepó al viento de América.
Como te despeinó una bota la barba
y en las fotografías mirabas con fijeza,
circuló la noticia de que te habías muerto
-pobre de ellos- y entonces hubo saltos de fiesta.
(………………)
Yo (…..)
doy mi asiento a mujeres con niños en los brazos,
prolijamente pago mis cuotas en las tiendas,
(……………….)
yo que soy, comandante, un ciudadano probo,
que me limpio los dientes, me aliso la conciencia,
(…………………)
Total: que esta mañana me asaltaste los versos
y me desparramaste la barba en un poema.
Tenía que nombrarte, Ernesto Che Guevara
y escucharte en las manos fluir como una piedra
para romper los vidrios de las ruinas lujosas
y una lámpara pública darle entre ceja y ceja.
(………………..)
Comandante: estos versos, claro, te quedan chicos,
pero gritándolos tengo menos vergüenza.”[1]
Atendamos al primer escolio y desafío: ¿Cómo identificamos el Espacio poético? ¿Por la creatividad? ¿La originalidad, tal vez? ¿Debe haber audacia? ¿Y será pertinente una pizca de sutileza? ¿La belleza del gesto y la armonía del habla? Gesto dicho aquí no solo como corpórea expansión en el espacio sino también como filigrana estética. Habla en toda su magnificencia verbal y caligráfica, pero que no abandona el énfasis verbal cuando arenga o susurra polución dentro de la cotidiana resignación, o empuña el desafío de enfrentar al enemigo de la luz, a plena luz de su sombra proyectada.
[1] Del poemario “Para que me entiendan bien.” En Osvaldo Guevara, “Poemas en verso y prosa (inventario de una obra completa inconclusa). Ed. de la Fundación Universidad Nacional de Río Cuarto. noviembre de 1997- Págs. 175-176
Dos espirales: una vida cual exabrupto de la vida misma, haciéndose Poema; un discurso sutilmente punzante saliéndose de madre en la reglamentación vigente. Saltando el uno hacia lo perenne de la Historia Política; ocupando el otro, un sitio de prestigio redimido en la Historia de las Letras.
Ante todo, sumergidos en esa serpentina de palabras, intentamos desentrañar algún secreto de la poética de Osvaldo Guevara. Es profuso el uso de la comparación, a la que enriquece con giros inesperados que combinan numerosos tropos o figuras. La riqueza sintáctica y significativa de las Construcciones nominales ya nos ubican en el ámbito de lo esencial, descripción fortalecida por el vínculo y el controlado desborde de su verba altiva.
Y deshojamos los versos de la antología para encontrarnos con esa identificación del poeta y su entorno, construcción de un diálogo más cercano a los objetos, que es característico de la personificación. En la prosopopeya “el sol” se aproxima a la ciudad por la que deriva el poeta. Y hace patente su presencia con metáforas de sabrosa síntesis: “oro caliente” son los frutos, “llanto febril” es al tacto el asfalto.[1]
Por su parte, el vino escanciado “ha muerto para siempre”[2]. Su tumba es la botella que tendrá destino de cartonero; pero si fue vida, ha sido emulado al ser.
Sus artificios surgen con sencilla (aunque seguramente trabajada) fluidez. Por eso no repara en alcanzar la caricatura que se expresa en una figura de giro complejo: “... la gente / que pasa con la frente en el bolsillo.” Una sinécdoque doble que se confunde con una metonimia. Desplaza de frente a mano. Y allí va a esconderse en una metábola especial que es una hipérbole sencillísima. Lo caricaturesco, casi grotesco simboliza esa atención concentrada y la indiferencia hacia “Don Chávez, lustrador”, a quien el poeta “celebra” [3]
En una poesía tan rica en sonoridad, la aliteración señorea y se diluye a veces en otras retóricas, como cuando absorbe a la derivación “... ubre grave y grávida...”; [4] Se escucha también resonar en los efectos anafóricos: “sus poros puros / su ágil piel / su cencerro ..” [5].
Tal vez nada haya sido librado al azar; o a lo mejor, el recorrido de la vida sólo haya descendido de “esa garganta” que sostiene “haber tomado del viento” [6] para volverse catarata de versos, formas, retruécanos o referencias leves o contundentes. Como la existencia misma.
Sin embargo, la construcción se pone en evidencia a cada paso. Nos sorprende con ese zeugma tan singular, en el que los atributos dispares se hacen uno con el paisaje, las cosas, la cotidianeidad: “verde voz de terrón y vacuno.” [7]
“ ...Lava estas ciegas manos / de burgués que ha quedado sin esquila y sin humo.” [8]
“Bajo la tarde de aire espeso y breve” [9]
Y los antiguos recursos de Bécquer, el paralelismo y los quiasmos, rondan por cualquier parte, aunque siempre con ese matiz que los vuelve originales, enraizados en el contexto de su experiencia vital:
“y mi alma en alto es una caña en vilo,/ pero mi instinto, abajo, es un anzuelo”
“cimbro mi caña y el anzuelo tiro.” [10]
Así logra, con esa dinámica que los elementos sucesivos en orden paralelístico como en el primer caso “alma” – “alto” – “caña” / “instinto” – “abajo” – “anzuelo” ; sorprendan al quiasmo que dejó colgado allá por el segundo verso: Acción / Objeto – Objeto/ Acción.7
Esa lucha interior, humana plenamente, que reconoce hacia el adentro el volcán y ofrece la flor en el ademán cordial hacia el interlocutor, pudo en algún momento detenerlo, hacerlo reflexivo y expectante. Entonces, desde esa etapa (“Se vio sometido a una contemplación congelante”[2]), emerge para someterse a la palabra (su construcción continua, sostenida, dificultosa), y hacerla el vehículo de esa riqueza interior y percepción externa plenamente humana:
“Pero yo tuviera una palabra, / una palabra única (...) ah, la palabra total, ceñida y parturienta...”[3]
Tal vez sea el secreto más preciado del amor en su plenitud: sometedor /sometido en síntesis. Confirmación de que aquella intuición nacida en este lector hace unos años, se plasma en las recientes confesiones del autor: “Yo no sé lo que es la poesía. / Tal vez / mi poesía sí / y no sepa decírmelo.” [4]Es la inexplicable sorpresa del poeta verdadero, que al gusto de Blanchot se distanciaría de su obra. Sorpresa que es anhelo deseado por cualquiera que emprenda la despareja lucha con la palabra. Síntesis amorosa, plena.
El tema motivador de esta ambigua intervención actuó, oportunamente, como gozne en la vida de nuestro autor, el Guevara desconocido para la Gran Prensa y el Circo Multitudinario: provocó su prohibición “En el 75 quedo cesante, no hallo en qué trabajar porque la gente tenía miedo de emplearme y además mi libro, mi antología Años y perjuicios fue prohibida; fue prohibida por el poema al Che Guevara y por esa elegía desde la muerte de Pablo Neruda...”[5]
¿Vida en lucha? Si volvemos al contundente romanticismo del “Che” o nos detenemos en el íntimo romanticismo de Osvaldo, tal vez compartamos ese hilo invisible que hace de la Vida, Poesía y de la Poesía, Vida. En un desgarro arrancado a los ejes simétricos de la historia en el primer caso; en un apretado corazón comprometido en esta lectura que nos ocupa desde la palabra hecha verso.
[1] Op. Cit. “Poema sin evasión”. Pág. 136
[1] Op. Cit. “Poema antielegíaco”. Pág. 173
[1] Op. Cit. “Don Chavez, lustrador”. Págs. 162 y 163
[1] Op. Cit. “Torrencial”. Pág. 95
[1] Op. Cit. “Madrigal bárbaro”. Pág. 72
[1] Op. Cit. “Don Chavez, lustrador”. Pág. 163
[1] Op. Cit. “Oda al sapo”. Pág. 39
[1] Op. Cit. Ibidem. Pág. 40
[1] Op. Cit. “Yo pescador”. Pág. 43[1] Op. Cit. Ibidem. Pág. 43
Y en medio de la mercadotecnia, con íconos saltando por todas partes a la velocidad del zaping; sumergirnos en la escritura de Guevara nos permite descubrir alternativas, deletrear palabras que se hacen caminos de vitalidad y vigor. Debemos compartir cotidianamente la ensordecedora marquesina de los mandatos desaforados, de las marcas legibles; pero también – muy escondidos – estos pequeños oasis de profundidad humana.
Algo debe andar mal entre nosotros para que se profundicen estas contradicciones, tan lúcidamente expuestas por Osvaldo:
“y se aumentan las bocas hasta achicar el día/ y al país me le comen tranquilamente el hígado (ay país, también él vende a veces lo usado/ pero vuelve a comprarlo, más caro, por supuesto)” [1]
Ex – profeso, hace tiempo rondaba la ambigüedad del sintagma calificativo para estos apuntes. Provocador y peligroso, como suelen caratularnos con sonrisa cordial, porque los dueños de los velos que esconden las verdades vitales temen el descubrimiento pleno. Temen actualizar, patentes, flagrantes, las realidades de la vida que en sabio ciclo no detienen su repetición tozuda.
Así es que al andar de caminos que en poesía se escribe, destellos de luz, en rinconcitos diversos buscaban despertarnos esperanzas: algún reconocimiento, un blog de jóvenes y por sobre todo, la confirmación de aquel título como Quijote redivivo arremetiendo otra vez contra molinos de Vida y Palabra: Otra obra de Osvaldo Guevara, “Sin pena en la palabra”. He aquí cómo afianza su sumisión a la palabra, esa distinción que desde ella nos llega para salvarnos de la vida rutinariamente cotidiana: “ Aunque me curve /el desaliento / como un alud de piedras negras / no se lo cuento a mis palabras. // Escribir triste / es seguir derramando un vino amargo / sobre el mantel del mundo / ya mortalmente percudido.”
[1] Op. Cit. Ídem. Pág. 9
[1] “Hacia el Grito”. Op. Cit. Pág. 66
[1] “Poesía eres tú” en “Sin Pena en la palabra”. Registro a través de Internet[1] Op. Cit. Entrevita, pág. 17