Las Tapas
El pensamiento caminó en pretérito
conjugando los verbos más queridos.
Ahora
destejiendo las hebras impalpables
de la memoria audaz y los regresos
templados por rescoldos…
Abstraído
en la euforia feliz del sentimiento
estoy aquí,
detrás de espacio y tiempo
con los ojos plurales.
Quemo la realidad con sus cambiantes
y asumo hasta el dolor lo que no encuentro.
La plaza rodeada de pimientos,
el alambrado firme
( cinco hilos en postes de algarrobo)
los ocho molinetes para el paso,
el molino de viento y la pileta,
las sendas serpenteantes,
calle a calle,
los yuyos derramados en espacios
(mirasol, verdolagas y chilquillas…)
Ha quedado tapada.
Hoy…
Con verdes y jardines y baldosas
y arbustos y coníferas
y bancos de cemento
y un complejo importante (agua corriente)
y el mástil y los faros de alumbrado…
El signo inocultable de progreso,
ahora…
En la esquina del sur y del naciente
la casa de los míos
donde reí mi infancia cada día.
Piezas y cuartos, galería y patios,
laureles y naranjos y granados,
el pero, el duraznal y los parrones,
el álamo, el cedrón y un algarrobo
dormidero de aves (las gallinas),
los enormes pimientos de la acera…
Todo.
Una derrota de los sueños míos.
Una tapa que oculta.
Un club para deportes instalado
justifica la ausencia de aquel mundo.
Vamos hacia el naciente un par de cuadras.
Era el lugar para evocar la vida
desemboca en sombras eternales.
El viejo cementerio…
Tal vez encontraremos algún resto,
una humedad apenas,
una lágrima helada
descendida
por el nombre de un ser arrebatado.
El tiempo le paso la topadora
y hoy levanta sus planos
moderna arquitectura.
Un epicentro desde donde parten
o llegan los viajeros.
La terminal de ómnibus hoy tapa
el solar destinado a los olvidos,
con brisas de alegrías o esperanzas
soñadas por los duendes del viajero.
Oscar Guiñazú Álvarez