El arroyo le habla
de amor a la piedra.
El azul de la sierra que duerme
ahoga mis pasos
como un soplido de nostalgias.
Los ecos son enormes
y el llanto del viento, con sus gemidos,
me ocupan todo el cuerpo.
A paso lento adivino el sendero
que cruje ante mis pies descalzos.
Amanece.
El molle bebe el fuego de sus raíces
y los espinillos coronan el alba,
que decapita la noche.