FOTOGRAFIAS DEL 47º ENCUENTRO INTERNACIONAL DE POETAS “OSCAR GUIÑAZÚ ÁLVAREZ”. 10, 11, 12 de Octubre de 2008-
Ella llega tímidamente, despabilándose. Se arrima a la mesa tapándose la boca.
-¡Hola! ¿Cómo estás?- le digo sin sacar la vista del diario. -Bien- contesta ella, a pesar de que la voz le sale aflautada y disminuida. -¡Mirá!-, dice sacándose la mano de la boca y señalándome los dientes inferiores con una encía libre en el medio.
–Se te salió un diente- le digo enfatizando la palabra diente. – Me lo sacó mi hermano- dice ella sentándose o más bien acurrucándose en la silla blanca, como preparándose para continuar la charla. -¿Y cómo te lo sacó? ¿Con un hilo de coser?- dije, gesticulando el ademán de la operación. –No- dice ella, -me lo agarró así y me lo sacó- mientras apretaba el índice y el pulgar dentro de su boca en la zona donde faltaba el diente y los movía hacia fuera con rapidez. -¡Qué bueno Mili!- le dije mientras daba vuelta las páginas del diario. Ella cambió la cara. Se puso seria, pensativa, casi lacrimosa, y largó una sonrisa saliendo de la silla, donde más que sentada, parecía encerrada. -¿Y hoy por qué no fuiste a la escuela?-. –Lo de siempre- respondió mirando al suelo, con ganas de clausurar ese tipo de preguntas. Y volvimos al tema excluyente. –Che ¿y dejaste el diente para el ratón Pérez?-. Milagros volvió a cambiar la cara, lentamente, como escogiendo los gestos. –Sí, pero por mi hermano el ratón no pudo llevarse el diente- dijo. – ¿Y qué hizo el Oscar ahora?- le dije frunciendo las cejas. –Es que me sacó la almohada mientras dormíamos- afirmó. -¿Y cómo?- le repregunté. -Sí, profe, yo puse el diente debajo de la almohada, y me acosté a dormir, pero el Oscar dormido me sacó la almohada para tenerla él y el diente se cayó al piso-. –Ah, entonces el ratón Pérez no encontró el diente cuando pasó por tu cama, ahora entiendo- le dije.
–Sí-, dijo ella mirando el cielo nublado a través de la ventana que estaba detrás mío.
–Claro, el ratón pasó, buscó, y al no verlo, se fue sin dejar nada. –Claro profe. Pero igual mi mamá dijo que me iba a dar los dos pesos- dijo avergonzada, como sintiéndose culpable de la infructuosa espera.- ¿Profe, tiene un lápiz? ¿Y un papel?- dijo Milagros.
–Sí- le contesté, mientras me levantaba a encender el calefactor. Le acerqué un lápiz y pedazos de papel. Milagros hacía líneas verticales y levemente arqueadas en el centro de las hojas. En su sonrisa faltaba el diente que anoche no estuvo. Pensé en el diente muerto, tirado en algún lugar del suelo. En el hermano que cuidaba de ella cuando su madre no estaba. Pensé en el ratón Pérez, ya viejo, cansado, dando vueltas en círculos, solitario, en busca de un motivo para superar la culpa de no poder vivir en la imaginación de una niña.
-El ratón Pérez está viejo y cansado ya, Mili, así que capaz que ya no puede pasar más a llevarse los dientes- me dije a mí mismo frente al dibujo que Milagros hacía, arrodillada en la silla blanca.
Nicolás Santiago Jozami