1
Nada sino tu mano
deshecha en sombras, cayendo
entre la luz de un alba
que se filtra en la muerte.
Y el desierto sabor, en las cumbres de agosto:
me sobrevivo.
(El muerto, el amador,
se va contigo por el haz de la hora,
sigue a un soplo en el hielo . . .)
2
A la hora en que los sueños se vuelven verdad....
Seferis
Ayúdame a despertar
no en otro sueño de otra vez,
en el día:
hazte baile de árbol
más allá de mi almohada de piedra
o tu pie sea para siempre el del agua,
sólo huida en que sonríe la noche.
3
¿Hay en la mañana una espera,
oculta al pie que pisa la escarcha
y al ojo que ve el árbol sin sombra?
Allá al fondo
pareciera abrazarme, otra vez, la montaña,
como otra muerte confidente:
"Vendrá, vendrá el cuerpo de sol a la hora
coronada por el grito del pájaro
que aún es lejanía"...
Una espera, como brote que se abre a la brisa;
labio en la más pétrea
máscara.